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lunes, 15 de enero de 2018

EL PEOR DE LOS ENEMIGOS


Octava entrega de la serie de novelas protagonizadas por Proteo Laurenti, comisario de policía en Trieste (Italia).

No conocía a este autor ni a su comisario Proteo Laurenti, quizás hubiese sido mejor seguir así....
Fui a mi biblioteca y la sinopsis de la contraportada me sedujo, como no¡¡¡¡, sin percatarme de que es la novena entrega de una serie de novelas protagonizadas por Laurenti, me lo traje a casa y......, pues no me ha conquistado este comisario triestino, tampoco sus colaboradores, la historia enredadísima y a ratos, aburrida.
Lo más positivo es el conocimiento que me ha aportado de la región Tirol del Sur, en la frontera con Eslovenia y con unas características sociológicas muy particulares.
No sé si repetiré....¡

Sinopsis (Ed. Siruela)
El nuevo y esperado caso de Proteo Laurenti, el famoso comisario de la ciudad de Trieste.
Una magistral novela negra sobre las inquietantes conexiones entre la política, las altas finanzas y el crimen internacional.
Cuando el avión privado del sexagenario Franz Xaver Spechtenhauser, padre de familia, exitoso hombre de negocios y exsenador del Tirol del Sur, se convierte en una bola de fuego en pleno vuelo, ciertos indicios hallados en los restos del aparato harán sospechar de inmediato al obstinado comisario Laurenti y a su colega, la comisaria Xenia Ylenia Zannier, que el siniestro no ha sido la trágica consecuencia de un fallo técnico... Por si fuera poco, el brutal robo en plena autopista de un furgón cargado hasta los topes de lingotes de oro durante el funeral de Spechtenhauser, vendrá a complicar la situación en el habitualmente pacífico triángulo fronterizo que separa los territorios de Italia, Austria y Eslovenia.

Trepidante, actual y siempre precisa en cada detalle, la nueva novela de Veit Heinichen desentraña de manera magistral una oscura trama de influencias y favores que no hacen sino evidenciar las ambiguas e inquietantes conexiones entre la política, las altas finanzas y el crimen internacional.

El peor de los enemigos (fragmento)

Caído del cieloExceso de alcohol, falta de sueño. A primerísima hora de la mañana, Spechtenhauser bajó de su Mercedes para dirigirse dando tumbos al hangar del aeropuerto deportivo de la pequeña localidad de Prosecco. Si para surcar las alturas hicieran controles de alcoholemia como los del centro de la ciudad los sábados por la noche, sin duda habría tenido que aplazar el vuelo. El hangar era una construcción de uralita de los años cuarenta, hecha aún por los Aliados cuando, después de la guerra, les correspondió administrar el Territorio libre de Trieste, un primer protectorado de las Naciones Unidas. Hacía mucho tiempo que necesitaba una restauración a fondo.
Desconcertado, Spechtenhauser se quedó mirando la cerradura y la llave que sostenía en la mano. ¿Habían forzado la entrada? Desde que el viejo había prometido hacerse cargo de los impuestos correspondientes, los servicios de vigilancia pasaban por allí dos veces cada noche para controlar que todo estaba en orden.
Los portones de metal se abrieron con estrépito y el sol iluminó el barniz de los aviones monomotor que ocupaban la parte delantera. En ninguno de ellos halló Spechtenhauser indicios de que hubiera entrado nadie; igualmente, el banco de trabajo y los cierres de los armarios de las herramientas estaban intactos, como también el depósito de combustible del exterior. Mientras revisaba sus dos aviones Fiat de los años treinta, se tuvo que agarrar varias veces para no caerse de lo borracho que iba, cosa que le hizo cierta gracia. El eco de su risa, oscura y seca, resonó por el hangar. Luego se recompuso y comenzó a inspeccionar el bimotor Reims-Cessna F406 Executive. La máquina estaba perfecta y en ninguna parte se notaba marca de daño alguna. Satisfecho, abrió la portezuela de la cabina, subió por la escalerilla agarrándose bien y, agachándose un poco, pasó entre los seis aparatosos sillones de cuero hasta llegar a la cabina delantera, donde se echó en el asiento izquierdo, dispuesto a pilotar la máquina. A lo largo de su vida había volado muchas más veces borracho, y eso que los aviones de entonces estaban mucho menos avanzados desde un punto de vista técnico. Así pues, aquel día, no tenía por qué pasarle nada y, en todo caso, era un vuelo bastante corto.