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martes, 29 de agosto de 2017

LAS VOCES DE PAMANO


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS, el 6 de Julio de 2013.
Terminado 'Las voces del Pamano'.
Bien.
Buen libro; difícil de leer mientras no controlas la técnica del escritor, mezclar pensamientos y acciones de diferentes personajes en diferentes momentos temporales. Una vez lo entiendes, el libro toma otra dimensión. Y cumple con creces las expectativas.
Una historia sobre la Guerra Civil y la distorsión de la memoria histórica.
Mejorable la edición en su parte escrita. La forma de escribir es confusa y si encima la distribución del texto no ayuda...
De momento, dejo en barbecho 'Yo confieso', ya caerá cuando sea.

Sinopsis (Ed. Destino)
Las voces del Pamano es una gran novela coral acerca de las complejas historias que se ocultan tras la gran historia de la Guerra Civil, cuyo eco perdura a lo largo de toda la posguerra y la Transición hasta nuestros días. Tina, una pacifica maestra, fotografía al azar una escuela de un pequeño pueblo de un valle del Pallars que está a punto de ser demolida. Tras la pizarra, se encuentra una cajita que contiene una larga carta escrita en un cuaderno escolar que jamás llegó a sus destinatario. Poco a poco, Tina se irá adentrando en la memoria de esos valles e irá desvelando las piezas de una historia de maquis, falangistas y héroes anónimos envuelta en la bruma del olvido y la tergiversación, que se mezcla con los vuelcos de su propia vida. Un retrato despiadado y lúcido de los entresijos de la sociedad española desde la Guerra Civil hasta nuestros días.

Las voces del Pamano (fragmento)

Capítulo 0
El roce apenas se oyó. Fue como una caricia en la puerta. Se abrió silenciosamente, una mano enguantada retuvo el pomo por dentro para evitar el ruido y volvió a cerrarse con un suspiro inaudible. Una sombra se movía entre las sombras de la casa. Los ojos de Yuri, acostumbrados a la noche, la siguieron en silencio. El recién llegado entró en el estudio. La persiana estaba subida y maldijo de todo. Al otro lado del cristal, la nieve que había dejado un inesperado frente de aire
polar enfriaba el paisaje como si fuera una tumba y redoblaba el silencio del panorama nocturno. No se oía ni el rumor del río. Prefirió no bajar la persiana, porque nadie, bajo ningún concepto, debía saber jamás que había entrado en esa casa esa noche. Con un suspiro de fastidio, el recién llegado se sentó al ordenador, dejó la cartera en el suelo, al lado de la silla, y encendió el aparato. Se fijó en el orden impecable de la mesa, detalle que le facilitaría el trabajo. Yuri había seguido al intruso silenciosamente hasta el estudio y, más silencioso aún, lo observaba desde la puerta.
El destello azulado de la pantalla llenó la estancia y el recién llegado deseó que la tenue y fría claridad no alcanzara la calle solitaria ni las otras habitaciones de la casa. Un post-it pegado a un lado de la pantalla decía: «¡Buenos días! La comida está en el armario de encima de la nevera. ¡Gracias por todo!». Se puso a revisar carpetas. Sacó una caja de disquetes del bolsillo de la parca y, armado de paciencia, empezó a copiar archivos. Alguien tosió en alguna parte del edificio; se imaginó que serían los vecinos del piso de abajo, que volvían aturdidos de algún sarao, hartos,
cansados, farfullando que ya no estaban para esos trotes. Un coche en marcha corta, debido seguramente a la nieve, hirió el silencio de la noche. Por qué funcionan tan despacio los ordenadores cuando más prisa se tiene. Por qué hacen tanto ruido, si dicen que son silenciosos. De pronto sonó el teléfono; el intruso se detuvo, apagó el ordenador, aunque estaba en plena tarea, se quedó inmóvil, como una piedra, y una gota de sudor le resbaló por la nariz. No se la secó porque había dejado de existir. Ningún movimiento en el otro lado de la casa.