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lunes, 28 de agosto de 2017

SIEMPRE HEMOS VIVIDO EN EL CASTILLO


RESEÑADO por losrelatosdepatri para LIBROS, el 25 de Septiembre de 2013.
Terminada "Siempre hemos vivido en el castillo" de Shirley Jackson.
Me he quedado fascinada con esta novela, con su protagonista Merricat, una adolescente de dieciocho años infantil y a la vez cruel y salvaje, con un mundo imaginario muy rico y llena de rituales contra los cambios en una vida marcada por una rutina que para ella representa la seguridad.
La autora sabe mantener muy bien la tensión y la intriga en dos aspectos, lo ocurrido la noche en que casi toda la familia de Merricat muere envenenada, y por otra parte, los sucesos que hacen tambalear su adorada rutina. También vemos la tensión que hay entre los habitantes del pueblo y la familia Blackwood (la familia de Merricat), entre un odio y terror muto.
Una novela deliciosamente original en la que nos planteamos quienes son los más crueles, si las personas normales o esta familia de inadaptados sociales.

Siempre hemos vivido en el castillo (fragmento)

1Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.
La última vez que eché un vistazo a los libros de la biblioteca que estaban en el estante de la cocina me di cuenta de que debería haberlos devuelto cinco meses atrás, y me pregunté si no habría escogido otros de haber sabido que esos serían los últimos, los que iban a quedarse para siempre en el estante de nuestra cocina. Nosotros casi nunca cambiábamos las cosas de sitio: los Blackwood nunca fuimos una familia muy dada a la agitación y al movimiento. Nos relacionábamos con pequeños objetos transitorios, los libros y las flores y las cucharas, pero en los cimientos siempre contamos con una sólida base de posesiones estables. Cada cosa tenía su lugar. Barríamos debajo de las mesas y las sillas y las camas y sacábamos el polvo de los cuadros y las alfombras y las lámparas, pero lo dejábamos todo donde estaba; los objetos de tocador de carey de mi madre nunca se movieron más de unos pocos milímetros. Los Blackwood siempre vivimos en esta casa, y lo manteníamos todo ordenado; en cuanto se sumaba una nueva esposa a la familia, se le encontraba un lugar para sus pertenencias, y de este modo nuestra casa fue acumulando varias capas de propiedades, que pesaban sobre ella y la afianzaban frente al mundo.