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sábado, 11 de noviembre de 2017

MUERTE EN EL CLUB DE LECTURA


Octava entrega de la serie de novelas protagonizadas por Aurora "Roe" Teagarden es bibliotecaria en Lawrenceton, una ciudad dormitorio de 15.000 habitantes cerca de Atlanta, Georgia.

La Navidad es el momento propicio para las "aventuras" ingenuamente teñidas de sangre de la maravillosa bibliotecaria Aurora Teagarden. Vive en EEUU en una pequeña población cerca de Atlanta (Georgia) pero para el caso podría vivir en el rural inglés y no notaríamos la diferencia. Nunca pasará, esta serie escrita por Charlaine Harris, a los anales de la literatura de misterio pero l@s aficionad@s disfrutarán de los misterios que Roe Teagarden resuelve sin perder la elegancia y la frescura. Costumbrismo puro y duro lejos de la campiña inglesa pero con un sabor, indudablemente, británico.

Sinopsis (Ed. Suma de Letras)
Poppy, la cuñada de Roe, ha aparecido ensangrentada y muerta en la puerta trasera de su casa. Es cierto que Poppy tenía sus defectos, y que ella y su marido estaban teniendo serios problemas para mantenerse fieles el uno al otro, pero desde luego no se merecía ser brutalmente asesinada.
La investigación de un caso como este nunca es fácil dada la atmósfera chismosa de cualquier pueblo pequeño. Y menos teniendo en cuenta los romances extramatrimoniales de la asesinada y la necesidad de proteger a su familia. Además, «Roe» también está viviendo una incipiente relación romántica y la aparición repentina de su medio hermano adolescente.
Demasiadas cosas para una sola persona... incluso para una mujer tan equilibrada como Roe.

Muerte en el Club de Lectura (fragmento)

Prólogo

Apenas presté atención a mi última conversación con la mujer de mi hermanastro, mi «cuñadastra» Poppy Queensland. Poppy me caía bien —más o menos— pero en ese momento, cuando me llamó, lo que me invadió fue sobre todo irritación. Solo tenía cinco años más que ella, pero conseguía hacerme sentir como una abuela victoriana. Cuando me comentó que se disponía a jorobar nuestros planes, me sentí muy... ofendida. ¿A que parezco una gruñona?
Escucha —dijo Poppy. Como era habitual en ella, mostraba un tono imperativo y exaltado. Poppy siempre hacía que su vida sonara más importante y emocionante que la de los demás (por ejemplo, que la mía)—. Me voy a retrasar así que id yendo vosotras dos. Ya nos encontramos allí. Guardadme un sitio. Más tarde caí en que había esperado a llamarme a las diez y media porque sabía que yo ya estaría casi lista para dejar mi casa con el propósito de ir a buscarla a ella primero y a Melinda a continuación. Poppy y Melinda eran las mujeres de mis dos hermanastros. Dado que yo había adquirido esta nueva familia bien entrada mi edad adulta, no contábamos con una historia compartida y nos estaba llevando cierto tiempo sentirnos cómodos los unos con los otros.
Normalmente yo me refería a Poppy y Melinda como mis cuñadas para evitar así una explicación más compleja. En nuestro pequeño pueblo de Georgia, Lawrenceton, las explicaciones no solían ser necesarias. De forma gradual, Lawrenceton estaba siendo engullido por el extrarradio de Atlanta, pero por lo general aún conocíamos las historias familiares de los demás.
Con el teléfono inalámbrico en la oreja, me miré en el espejo del baño para ver si el colorete rosa de mis mejillas estaba igualado. La verdad es que mi mente estaba muy ocupada pensando en lo inexplicable y exasperante que resultaba ese cambio de planes.
—¿Va todo bien? —pregunté, pues quizá el pequeño Chase se había puesto enfermo o el calentador de agua de la casa había explotado. Sin duda, tenía que suceder algo grave para que Poppy decidiera no asistir a la reunión de las Mujeres Engreídas. Esa mañana, supuestamente, iba a ser admitida en el club. Era un acontecimiento muy importante en la vida de una ciudadana de Lawrenceton. Poppy, si bien no había nacido en el pueblo, había vivido en Lawrenceton desde que tenía diez años y era innegable que entendía el honor que suponía ser un nuevo miembro.
Ni siquiera mi madre había sido propuesta para formar parte de las Mujeres Engreídas, y eso que mi abuela había pertenecido al club. Se consideraba que mi madre siempre había estado demasiado centrada en su negocio (al menos así era como ella lo explicaba). Yo tenía que poner gran empeño por no mostrarme orgullosa delante de mi madre. No era muy habitual que yo hiciera algo que obligara a mi exitosa y autoritaria madre a mirarme con admiración.