Qué exquisitez!
viernes, 15 de marzo de 2024
LA ÚLTIMA FUNCIÓN
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domingo, 27 de marzo de 2022
UNA HISTORIA RIDÍCULA
Qué historia se ha "marcado" mi admirado Luis Landero!!
La historia de un hombre, Marcial, narrada en primera persona que, retrata de forma magistral, con fino humor y abundante ironía a un hombre ridículo, un "cuñao" de manual , avanzando inexorablemente hacia el desastre.
La prosa de Landero es tan exquisita que hasta esta "historia ridícula" se transforma en una genialidad.
Muy, muy recomendable 🌞🌞🌞
Editorial: Tusquets Editores S.A.
Temática: Novela literaria
Colección: Andanzas
Número de páginas: 288
Fecha de lanzamiento original: Febrero de 2022
SINOPSIS:
Marcial es un hombre exigente, con don de palabra, y orgulloso de su formación autodidacta. Un día se encuentra con una mujer que no solo le fascina, sino que reúne todo aquello que le gustaría tener en la vida: buen gusto, alta posición, relaciones con gente interesante. Él, que tiene un alto concepto de sí mismo, es de hecho encargado en una empresa cárnica. Ella, que se ha presentado como Pepita, es estudiosa del arte y pertenece a una familia adinerada. Marcial necesita contarnos su historia de amor, el despliegue de sus talentos para conquistarla, su estrategia para desbancar a los otros pretendientes y sobre todo qué ocurrió cuando fue invitado a una fiesta en casa de su amada.
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martes, 24 de agosto de 2021
EL HUERTO DE EMERSON
Hablar de Luis Landero, leer a Luis Landero son palabras mayores, por eso me cuesta tanto opinar negativamente de un libro suyo, no puedo llamarle novela ya que es más bien un libro de "autoayuda al propio escritor". Landero se autoayuda, justifica y anima en un volumen que, a pesar, de estár muy bien escrita aburre a las ovejas.
No puedo recomendarla🌞
Sinopsis (ed. Tusquets)
Un relato memorable sobre lo vivido y lo leído.
Tras el éxito prolongado de Lluvia fina, Luis Landero retoma la memoria y las lecturas de su particular universo personal donde las dejó en El balcón en invierno. Y lo hace en este libro memorable, que vuelve a trenzar de manera magistral los recuerdos del niño en su pueblo de Extremadura, del adolescente recién llegado a Madrid o del joven que empieza a trabajar, con historias y escenas vividas en los libros con la misma pasión y avidez que en el mundo real. En El huerto de Emerson asoman personajes de un tiempo aún reciente, pero que parecen pertenecer a un ya lejano entonces, y tan llenos de vida como Pache y su boliche en medio de la nada, mujeres hiperactivas que sostienen a las familias como la abuela y la tía del narrador, hombres callados que de pronto revelan secretos asombrosos, o novios cándidos como Florentino y Cipriana y su enigmático cortejo al anochecer. A todos ellos Landero los convierte en pares de los protagonistas del Ulises, congéneres de los personajes de las novelas de Kafka o de Stendhal, y en acompañantes de las más brillantes reflexiones sobre escritura y creación en una mezcla única de humor y poesía, de evocación y encanto. Es difícil no sentirse transportado a un relato contado junto al fuego.
#LIBROS #reseñas2021 #novedades2021
lunes, 23 de agosto de 2021
LLUVIA FINA
martes, 23 de enero de 2018
RETRATO DE UN HOMBRE INMADURO
«Mi vida es el cuento de los que nada tienen que contar. Y es que a mí me han ocurrido muchas cosas, sí, pero ninguna de importancia, y por eso sólo puedo contar episodios nimios y dispersos. ¿Le he dicho ya que mi vida,... como tantas otras, carece de argumento?»(pág.. 182).
Y así desgrana una serie de episodios de una vida gris y deslavazada, trufada de episodios surrealistas y de casualidades cómicas y truculentas que van tejiendo un vivir que es un pasar sin dejar huella. El personaje es tan absurdo, pedante y sermoneador que se hace antipático a fuer de contarnos sus andanzas que uno adivina "hermoseadas" por una imaginación calenturienta. No se llega a saber cuanto de invención y cuanto de realidad hay en el relato del hombre, sesentón y vencido, no se llega a saber como se puede pasar por el mundo sin aportar nada a los demás o a uno mismo...y ahí está la maestría narrativa de Landero, parecería que con ese argumento estamos ante una novela "intragable", pues bien, se lee con el placer que proporciona la prosa fluida y magnífica, se lee con el placer intenso de leer algo bueno, algo bien escrito, algo construido con las palabras que nos dan la vida.
"¿Sabe? Dios y las palabras llegaron juntos a mi vida. Juntos y revueltos. En mi casa no íbamos nunca a la iglesia. Pero un día dijo mi padre: «Ve a misa, a ver qué sacas en claro. Nada se pierde por probar». Así que un domingo fui a la iglesia y escuché por primera vez un sermón y me quedé como alelado, pero no por lo que se hablaba sino por la mera música verbal. ¡Cómo sonaba y resonaba aquella voz en aquel lugar enorme y retumbante! ¿Qué le parece? Fui en busca de Dios y me encontré con esa ora divinidad omnipotente que es el lenguaje, y eso me duró ya para siempre." (p. 113) No será mi favorita de Landero, pero he disfrutado con su lectura.
Retrato de un hombre inmaduro (fragmento)
Le pondré un ejemplo acerca de la duplicidad de mi carácter. Cuando he asistido a alguna reunión de gente importante, es decir, superior a mi, yo siempre he tendido a reunirme y a hacer parte con los criados. Supongo que eso se debe a mi complejo social, y al miedo a quedar en evidencia de lo que soy, un don nadie... alimento también la secreta esperanza de darles una lección de altruismo y naturalidad a los importantes y lograr de este modo ser alguien entre ellos, que es mi verdadera aspiración...
viernes, 5 de enero de 2018
LA VIDA NEGOCIABLE
Esta novela de Landero es desesperanzadora, ácida ..., y triste, con una tristeza difusa que emana de todos sus protagonistas atrapados en una "negociación" que nunca llega a buen término. Narrada en primera persona por una especie de "pícaro" moderno e impúdico, La vida negociable nos guía por los subterráneos de la conciencia, por esos deseos ocultos que jamás revelaríamos a nadie, por esa red de acciones inconfesables que alguna vez asomaron a nuestra mente y nunca nos atrevimos siquiera a imaginar reales; porque como dice el padre del protagonista "recuerda Huguito, que dios todo lo ve....." No hay un solo personaje en La vida negociable que sea admirable, todos "repugnan" un poco, de tan crudos y bien construidos.
Lo admirable de esta novela es la prosa rica y perfecta de Landero, la estructura clásica de la novela, la falta de artificio y trampa que nos llevan en volandas a un final que, no por esperado, deja de ser sorprendente.
Otra vez me ha conquistado Luis Landero a pesar de que ninguno de sus personajes me ha llegado al corazón y eso demuestra, una vez más, la grandeza literaria del autor.
La recomiendo para leer con calma, para saborear los capítulos como una delicatesen literaria en la que, por una vez, el argumento es secundario.
jueves, 9 de noviembre de 2017
EL BALCÓN EN INVIERNO
"A lo mejor lo que yo recuerdo no es el contenido del relato ni la imagen del lector rodeado de sus... oyentes sino solo la música del lenguaje en el silencio de la noche." (pag. 41)
Y eso es, este libro, música en el silencio, prosa musical y cuidada, elegancia estilística pura para relatar la vida de un joven que va para escritor, de un joven que nace a la lectura y a la literatura, transitando "del caos al canon" por obra y gracia de un profesor en el Madrid de la inmigración interior, la miseria, la postguerra y el franquismo. Nada de ello se toca directamente, todo se ve de lejos y por eso el libro es tan especial, porque sólo el verdadero talento es capaz de narrar de esa forma la situación de un país, sin ser tan explícito que suene a trillado, ni tan abstruso que no se entienda.
De la primera a la última página, un placer deliciosamente literario y como el mismo cierra:
"Eso es todo y no hay más que contar. Un grano de alegría, un mar de olvido." (pág, 144)
"También en la vida real la memoria funciona así, con pasajes subrayados y notas marginales, con detalles cargados de sugerencia, a veces convertidos en símbolos. Hay épocas de nuestra vida de las que apenas recordamos nada. Años que, por intrascendentes y rutinarios, que son casi todos, la memoria ha ido abandonando hasta entregarlos al más atroz de los olvidos. ¿Qué hice yo cuando tenía treinta y cuatro, veintiséis, cuarenta y ocho años? Imposible saberlo, fuera de algún episodio excepcional o del vago contorno de las tareas habituales, de las costumbres fuertemente arraigadas. Fuera de eso, y salvo que se escriba, porque lo que no se escribe se pierde sin remedio, recordamos si acaso un olor, un sabor, un gesto, un rostro, la pesadumbre de una lejana tarde de lluvia, y a menudo queda tan solo una sensación casi inefable, una sensación que es la experiencia destilada en el alma y hecha ya sentimiento. Y los sonidos, cómo no, la banda sonora de la memoria, porque a veces del pasado no nos llegan tanto las palabras y las cosas como las voces, los ruidos —el golpe de una garrota en la percha—, las risas, los murmullos, la honda significación del silencio en ciertos momentos definidos precisamente por las pausas, como ocurre a menudo en la música, en el teatro o en el cine.
Todo esto, estos párrafos de sabor proustiano, es algo que he sabido desde casi siempre, y sobre lo que he disertado y escrito en más de una ocasión, pero ahora, al enfrentarme de un modo tan directo con mi pasado, lo veo con una claridad nueva, deslumbrante. Y ayer, mientras ya me disponía a iniciar un breve viaje sentimental por mi biblioteca, de pronto miré a mi alrededor y, también con un repente de extrañeza, me quedé asombrado de la cantidad de libros que tenía. ¿Cuántos habría en la biblioteca de Emma Bovary? Ah, sus manos pecadoras en los libros, mordiéndose los labios mientras lee, mordisqueándose las uñas, deshilándose un mechón de cabello, preludiando caricias y suspiros que dentro de poco se consumarán en la realidad... ¿Cuántos? Yo debo de tener 4000 o 5000 libros, y eso sin contar los del trastero y los que he ido dejando, cientos y cientos, en los bancos de las plazas públicas para que los curiosos los hojeen y se lleven a casa los que quieran, como quien adopta a un animal abandonado.
Cuatro o cinco mil libros, se dice pronto. Quién me iba a decir a mí que iba a llegar a tener tantos y tantos libros. Entonces me acordé de los primeros que tuve en propiedad, del inicio de esta biblioteca, como el hilo de agua del manantial que llega a convertirse en un río caudaloso. Y de aquellos libros de entonces, me acordé especialmente de uno, que compré en 1969, que no llegué a leer pero que fue esencial para mi destino de lector y escritor. Sí, aquel fue un año singular, uno de esos años del que uno conserva muchos recuerdos, quince o veinte recuerdos por lo menos, y con una nitidez que parece que los viví ayer mismo.
Pensé que el día, tan llamado a ser un vano ayer, aún podía ser rescatado para la vida, aunque solo fuese por mediación de la memoria, de la reminiscencia de otros días que sí fueron vividos con plenitud, y que ahora acudían al rescate de un presente sin alma. "