miércoles, 4 de octubre de 2017

DE VIDAS AJENAS


RESEÑADO por Rosi Torres Marino para LIBROS,  el 5 de Julio de 2014.


Lo devoré y él a mí. Es un libro de esos que llamamos duros, de esos en los que solemos avisarnos "Léelo cuando estés preparado, con un ánimo fuerte, cuando todo a tu alrededor sea calma"
Pero es también un relato que hurga en el alma, que te sacude por dentro. Nos descubre y nos desnuda como seres humanos. La muerte, el amor, el miedo, la justicia, la fuerza invisible que nos hace seguir adelante....A pesar de su crudeza te deja un poso de bienestar.
A la cabeza de las mejores lecturas de este año.

RESEÑADO por Emilio Camarasa para LIBROS,  el 4 de Enero de 2015.
Carrère escribe; “pasé horas escribiendo sobre lo que más me asusta en esta tierra: la muerte de un niño por sus padres y la muerte de una mujer joven para su esposo e hijos. La vida me hizo testigo de estas dos desgracias, una después de la otra, y me asignó, al menos así es como yo lo entendí a contar esa historia”.
Dos grandes temores que son... en definitiva, los de muchos de nosotros. Me considero un tipo de lector vulnerable ante historias así, por eso, al leer este libro, el pagar un peaje emocional, entraba dentro de lo admisible.
La historia está bien escrita, con un estilo sencillo y directo, aparentemente sin artificios sin duda debido a la habilidad de Carrère como escritor. No se puede decir que sea fácil de leer ya que hay pasajes que debemos afrontarlos con el estómago contraído por los temas que explora, pero es magnífico debido a la humanidad que desprende, se mete dentro de ti, te lleva a donde no es lo importante llegar, te acompaña y te hace compartir algunas de las reflexiones universales sobre el ser humano, el cómo vivir y cómo afrontar la muerte.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijos y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia? Empecé, pues, a contar la amistad entre un hombre y una mujer, los dos supervivientes de un cáncer, los dos cojos y los dos jueces. En este libro se habla de la vida y la muerte, de la enfermedad, de la pobreza extrema, de la justicia y, sobre todo, del amor. Todo lo que se dice en él es cierto. De esta manera presentaba Carrère la edición francesa de este libro ver­daderamente extraordinario. De vidas ajenas recibió el Premio Globe y otros galardones, y la prensa cultural francesa lo eligió la mejor obra narrativa del año.
«En un libro sobrecogedor, Carrère se acerca lo máximo posible a la condición humana. Valor, potencia y una formidable vitalidad narrativa, un libro que no se puede dejar hasta el final» (Raphaëlle Rérolle, Le Monde)
«La non fiction novel a la francesa ha encontrado a su maestro» (François Dufay, L’Express)

De vidas ajenas (fragmento)"Al llegar a la edad del servicio militar, no pensó ni en el servicio social sustitutorio, como los jóvenes burgueses espabilados, ni en intentar que le declarasen inútil, como los jóvenes burgueses rebeldes: estaba contra la guerra y el ejército, y por lo tanto le parecía normal ser objetor de conciencia. De este modo terminó haciendo una animación vagamente medieval en un castillo cerca de Clermont-Ferrand, lo que habría podido gustarle si sus compañeros no hubiesen resultado ser tan soeces y obscenos como los reclutas, y más tarde en un centro de documentación pedagógica donde utilizaban sus aptitudes para dibujar sainetes destinados a la enseñanza de idiomas. Licenciado del ejército al cabo de dos años, fue a inscribirse en la oficina de empleo, que le encontró un trabajo de repartidor. Se mudó a un pequeño estudio en Cachan. Objetivamente, tenía motivos para preocuparse por su futuro, pero él no se inquietaba. Preocuparse no es su fuerte, como tampoco los planes de carrera o el miedo al mañana.
Se inscribió en un curso de teatro aficionado, en el centro para la juventud y la cultura del distrito V. Allí hacía sobre todo improvisación y ejercicios de expresión corporal, lo que le gustaba mucho más que montar obras propiamente dichas. Se tumbaban en el suelo, sobre alfombras de gomaespuma, ponían una música más o menos relajante, la única consigna era abandonarse. Al principio se quedaban replegados sobre sí mismos, hechos un ovillo, y después empezaban a moverse, se enderezaban, se abrían como una flor que se vuelve hacia el sol, tendían las manos hacia los demás, entraban en contacto con ellos. Era algo mágico. Otros ejercicios, realizados entre dos, consistían en ponerse cara a cara y mirarse a los ojos, tratando de transmitir una emoción: desconfianza, confianza, temor, deseo... La experiencia del teatro reveló a Patrice lo mal que se sentía en sus relaciones con los demás. En las fotos que me enseñó se le veía buen mozo incluso en aquella época, pero él mismo describe al joven que fue como una espingarda con granos, una mata de pelo a lo afro, gafas redondas y bufandas tricotadas por su madre. El teatro le abrió. Era un camino hacia los demás y sobre todo hacia las chicas. Se había criado en una hermandad masculina y no sólo no se había acostado con una chica, sino que, muy literalmente, no conocía a ninguna. Gracias a los cursos de teatro había encontrado algunas y las había invitado a un café o al cine, pero su romanticismo rayaba en pudibundez y le asustaban las jóvenes que le parecían demasiado libres. Entonces apareció Juliette. "

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