lunes, 2 de octubre de 2017

EL AIRE QUE RESPIRAS


RESEÑADO por Noelia Vallina para LIBROS,  el 27 de Mayo de 2014.
Cada vez que elijo un libro de Care Santos me sorprende su forma de contar la historia, desde distintos ángulos (algo de historia, un diario, cartas...) y en este caso no falla.
"El aire que respiras" se centra en unos libros que desaparecen durante los años de Napoleón en España.
Interesante.

Sinopsis (Ed. Planeta)
Virginia acaba de heredar el negocio familiar: la librería Palinuro. Entre el montón de ejemplares, polvo y papeles que su padre acumuló, pronto aparece la historia de Carlota Guillot y la búsqueda de un libro, escurridizo y caprichoso, que formó parte de una de las bibliotecas particulares más sibaritas de la Barcelona napoleónica. Una historia prolongada a lo largo de las décadas más convulsas del siglo XIX en que la ciudad asistió, incrédula, a su mayor transformación: el derribo de las murallas y la urbanización de su paseo más emblemático, La Rambla.
El aire que respiras es un canto de amor a los libros, pero también a la ciudad de Barcelona. Después de leer esta gran historia coral, la ciudad no volverá a ser la misma.
«Tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras y quisiera exhalar mi último aliento abrasada en el aire que respiras.»


El aire que respiras (fragmento)

Una fina llovizna empieza a jaspear la polvorienta berlina en la que viajan, camino de Barcelona, dos fugitivos franceses. Estamos en los boscosos alrededores de la villa de Hostalrich y en el invierno del año 1793. Las nubes avanzan negras por el horizonte. El viento azota el mundo sin misericordia. Los viajeros, que llevan ya mucho camino bajo sus magras posaderas, no tienen ganas de hablar.
Son dos: en el pescante, arreando a las mulas, va un hombre más bien gordo y nada viejo, que viste como un aldeano y que pasa por serlo gracias a ciertos detalles, como su quijada protuberante, sus manos grandes y velludas o el olor a ajo que suele desprender su aliento. Sólo quien le vea quitarse el sombrero de ala se dará cuenta de que va tonsurado. Si le oyéramos hablar, ya sería otra cosa, porque sus gustos y sus maneras sí son los de un religioso. Salió de París en calidad de frailecillo agradecido a quien acababan de salvar el pellejo y por el camino se ha convertido en amigo y servidor para toda la vida del hombre al que acompaña. Responde por Serafín Girabancas.
Dentro del coche va el otro, el señor, inquieto pero dormitando. Tiene treinta y dos años, nació y creció en Versalles, hombre muy viajado y muy leído, y por ello escéptico de casi todo, de profesión nada en absoluto, puesto que ostentaba el honor de ser bibliotecario real de su majestad LuisXVI y ahora el rey es un plebeyo y la biblioteca, una piltrafa. Los que desde hace poco mandan en su país le consideran un traidor, pero a él le da lo mismo, pues su opinión de ellos es mucho peor. Lo único que persigue es silencio para leer y anonimato para no tener que opinar. Opinar le parece agotador. Su nombre es Victor Philibert Guillot y es, como resulta evidente, un ser poco común.

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