lunes, 2 de octubre de 2017

AJUAR FUNERARIO


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 26 de Mayo de 2014.
No me gustan los libros de cuentos o de relatos breves porque cuando aceleras... ¡chas! se acaban de golpe. Entonces, empezar el siguiente me cuesta horrores. Y, aunque me gustan los cuentos, los libros se me hacen pesados. Aún así, no puedo evitar, de cuando en cuando, caer en la tentación.
Y esta tentación venía recomendada, espero no equivocarme..., por Gloria. Y opté por no resistirme.
La primera historia ya golpea, la segunda impacta y la tercera es para cerrar el libro... respirar hondo y seguir otro día. Y así repetidamente. Hasta que una noche superé mis miedos y mis ansiedades y dejé de sufrir y empecé a disfrutar.
'Ajuar funerario' de Fernando Iwasaki son microcuentos de miedo. Aunque como dice el autor en el epílogo [¿]'... podrían ser píldoras contra el miedo. [?] No. En realidad son supositorios de terror.
Dejaos medicar.

Sinopsis (Ed. Páginas de Espuma)
Ajuar funerario es un homenaje a la literatura de terror y a la micronarrativa, porque Fernando Iwasaki ha logrado concentrar en diez o doce líneas todo el escalofrío, la náusea y el desasosiego del género. ¿Es posible que los fantasmas, las pesadillas, los ritos y las supersticiones nos puedan seguir asustando en pleno siglo XXI? Si tiene hijos, insomnios o hipotecas, mejor no lea Ajuar funerario.

Ajuar funerario (dos primeros cuentos)

DÍA DE DIFUNTOS
Cuando llegué al tanatorio, encontré a mi madre enlutada en las escaleras.
—Pero mamá, tú estás muerta.
—Tú también, mi niño.
Y nos abrazamos desconsolados.

LA HABITACIÓN MALDITA
Llegué sin reserva porque para eso soy cliente habitual, pero no quisieron darme la única habitación que les quedaba. A regañadientes me entregaron la llave y se ofrecieron a buscarme una suite en otro hotel de la cadena, mas yo estaba muy cansado y subí sin hacerles caso.
La decoración no era la misma de las otras habitaciones: las paredes estaban llenas de crucifijos y los espejos apenas reflejaban mis movimientos. Recién cuando me eché en la cama reparé en la pintura del techo: un Cristo viejo y enfermo que me miraba sobrecogido. Me dormí con la inexplicable sensación de sentirme amortajado.
Un clavo de frío me despertó, y junto a la cama una mujer de niebla me dijo con infinita tristeza: «¿Por qué has sido tan imprudente? Ahora te quedas tú». Desde entonces sigo esperando que venga otro, para despertarlo con mis dedos de hielo y poder dormir de una vez.



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