miércoles, 4 de octubre de 2017

ZA ZA, EMPERADOR DE IBIZA


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 3 de Julio de 2014.
Imaginaos que estáis retirados de todo y de todos, que lleváis una vida tranquila gracias a unos pequeños ahorrillos bien trapicheados, que durante el invierno vivís bien y durante el verano, conseguís camuflaros entre el gentío que se desborda por cualquier isla mediterránea llena de hedonismo, juventud, sexo y drogas.
Y de repente ¡BOOOOM! Volvéis a ser el centro del universo, sin saber el por qué, y todo gracias a un barco enorme, el más grande del mundo, con el que casualmente compartís nombre...
Una historia que se cuenta, como las cuentan las madres y las abuelas, deshilachada, con rodeos, adornando la rama principal de la narración con ramitas y más ramitas. Vamos, dando tantos rodeos que los cerros de Úbeda son casi como de la familia.
A veces cansada o cansina, a veces acelerada y divertida. Por momentos intrigante y durante segundos, desconcertante... pero siempre volviendo sobre sus pasos para volver a andar lo andado. O eso parece.
Todo bastante bien. Menos el suspiro final.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
«A veces cuesta precisar en qué momento exacto empezaron a torcerse las cosas; nadie se resigna de buena gana a que su vida sea grotesca y menos aún a que su aspecto lo corrobore con tanta exactitud. Su vida ya no estaba unida, no existía relación alguna entre su infancia y este sujeto de ahora. Trató de encontrar una explicación y no dio con ella. Siempre fuiste muy tuyo, se dijo, como si eso sirviera de algo.» Esta es la historia de Za Za, futuro emperador de Ibiza. Y es la historia de un gigantesco embrollo. Porque ZAZA es el nombre del mayor yate de recreo jamás visto antes, y, por si eso fuera poco, también es el nombre de la droga perfecta, la más potente, inocua, alucinante y limpia droga jamás creada o encontrada, esa que provoca felicidad sin límite sin exigir peaje a cambio, ni al alma ni al cuerpo. Zacarías Zaragoza Zamora, alias Za Za, disfruta en Ibiza de un retiro tranquilo y sin sobresaltos, convencido de que sus tiempos de dealer habían acabado hace años. Pero el pasado ha regresado con sonido preciso a su vida para convertirle en emperador de la isla. ¿Despropósito? Hay quien lo llama destino.

Za Za, emperador de Ibiza (fragmento)

Sucedió exactamente durante el verano en el que de pronto empezó a llover a cántaros sobre las islas Pitiusas y la tierra empantanada de las cañadas bajaba negra y furiosa hasta el mar e incluso las viejas payesas que saben, o al menos presumen de saber, de dónde ha salido cada rana, andaban desconcertadas. Y Dios sabe lo difícil que es desconcertar a una payesa, o distinguir entre dos ranas.
El Papa acababa de renunciar a lo que se suponga que fuera lo que hacía, pero Za Za, nuestro individuo principal, había perdido la fe mucho antes. Era junlio y llovía con inquina.
Tiempo de setas, lo llaman los ancianos de las islas.
Llueven ratas, que diría Za Za.
Cuestión de isobaras... o tradiciones. O política local. O emociones. Subjetivo en cualquier caso.
También afectó a la moda. Y hasta hay quien jura que el yate de un modisto italiano zozobró.
Como bien sabe, o debería saber, cualquier costurera, alrededor de un botón no muy bien hilvanado puede y quiere crecer una jungla. O una tormenta. O el fin del mundo.
Aviso a marineras y costureras y a marineros y costureros, y en general a gente de bien: «Lo llamaban Leviatán porque era un monstruo (Dios lo hizo) y porque no tenía pareja (Dios se la quitó), y de su piel se haría un toldo con el que cubrir a mil comensales, y de sus entrañas una cena para todos los justos».
Sigamos con lo que íbamos.
A las 17.30 del 16 de junlio (junio y julio se habían fundido recientemente en un solo mes por culpa de los recortes estructurales y las ampliaciones fiscales), festividad, en cualquier caso y todavía, de Nuestra Señora del Carmen, patrona de los marineros, empezó el diluvio, rugió el viento y se movieron las barcas. Cundió el pánico, y no era para menos. Se encharcaron los prados, falló el drenaje, rebosaron las cloacas y las piscinas, se fundieron las luces de las discotecas, se calló el DJ, y hubo al menos siete muertos en las islas Pitiusas, no todos ellos ahogados. No todos ellos culpables.
Las tormentas de verano casi nunca se ven venir de lejos, por eso primero sorprenden, luego refrescan y al final, si son violentas, y las tormentas tienden a serlo, asustan.

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