martes, 3 de octubre de 2017

LOS DOMINIOS DEL LOBO


RESEÑADO por Gissela Olaondo para LIBROS,  el 24 de Junio de 2014.

Primera novela de Javier Marías en la que demuestra su maestría desde muy tierna edad. Interesante.

Sinopsis (Ed. Anagrama)"Publicada por primera vez a los 19 años, Los dominios del lobo es la primera novela de Javier Marías.
La acción transcurre enteramente en EE.UU y los personajes son asimismo americanos, y esa América retratada es una divertida parodia y a la vez un homenaje al cine de los años dorados de Hollywood. Esta novela, con su estructura atrevida y fragmentada, su desparpajo inventivo, su intencionada utilización del tópico y su aplicación de una técnica narrativa que no elude la truculencia, se adelantó a su época y, vista desde hoy, se erige como una obra precursora de la más viva literatura actual. Partiendo de la aparatosa desintegración de la familia Taeger en 1922, el autor nos ofrece una verdadera catarata de aventuras trepidantes que cubren toda una gama de géneros: desde la novela negra hasta el melodrama, desde el relato de pasiones rurales hasta la guerra de Secesión, desde la intriga policíaca hasta las guerras de gánster de los años treinta o el exotismo del profundo sur".

Los dominios del lobo (fragmento)

La familia Taeger, compuesta por tres hijos —Milton, Edward y Arthur—, una hija —Elaine—, el abuelo Rudolph, la tía Mansfield y el señor y la señora Taeger, empezó a derrumbarse en 1922, cuando vivía en Pittsburgh, Pennsylvania.
En aquella época Edward tenía veinte años y estaba casi terminando sus estudios de historia en la Universidad. Sólo le quedaba un año y quería casarse muy pronto, en cuanto acabara la carrera. Su padre, Davison Taeger, era arquitecto, ganaba mucho dinero, y lo que más le preocupaba, igual que a su esposa Grace, era tener una posición digna y estar considerado como uno de los más distinguidos componentes de la alta sociedad de Pittsburgh. En aquellos tiempos ya lo había conseguido, y daba cada mes una gran fiesta a la que asistían, generalmente, más de doscientos invitados. Fue en una de aquellas fiestas donde comenzó la catástrofe familiar.
La tía Mansfield, hermana de la señora Taeger y viuda del proyecto de senador Archibald Mansfield, muerto en un accidente de aviación en 1919, había encajado muy bien, aparentemente, el fallecimiento de su marido, y nunca había hecho, en aquellos tres años, una escena de llantos o histeria. Sin embargo, por las noches, cuando nadie podía verla en su cuarto, sacaba una pequeña foto de su esposo que guardaba bajo llave en un cajón, y rezaba ante ella como si fuese la imagen de un santo. Después la besaba durante largo rato y se acostaba. Por supuesto, ninguno de los miembros de la familia sabía esto, y por ello les extrañó tanto lo que ocurrió en la fiesta correspondiente al mes de noviembre de 1922.
Aquel año no había sido posible organizar la del mes de octubre, pues el señor y la señora Taeger habían pasado el verano en Europa y habían regresado muy tarde, así que la de noviembre servía también para celebrar su vuelta y para dar la bienvenida al nuevo gobernador del Estado, el señor Ramsay Gilman, hombre de unos cuarenta y cinco años y a quien se auguraba un brillante porvenir.

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