lunes, 2 de octubre de 2017

EL SANTUARIO DEL DIABLO


RESEÑADO por Dani Tavares para LIBROS, el 8 de Junio de 2014.
Daniel es una persona normal, profesor de instituto, divorciado, aburrido, hace años tuvo una depresión y ahora vive en un pequeño apartamento una vida gris y solitaria, un día recibe una carta de su hermano gemelo Max en la que le invita a visitarlo un par de días al sanatorio en el que se encuentra recluido, en Suiza, Daniel decide aceptar ya que hace tiempo que no sabe nada de su hermano y viaja al valle en el que una lujosa y moderna clínica de rehabilitación atiende a ricos pacientes enfermos de estrés y cansancio, o al menos esos son los síntomas que le explica Max que tienen los pacientes...Las circunstancias harán que lo que en un principio era una visita de dos días se convierta en algo diferente y a Daniel le sea difícil poder escapar de ese sanatorio tan especial y ese valle.
Me lo he zampado en dos días, hacia tiempo que no encontraba ciencia-ficción/suspense tan emocionante y bien escrita, no conozco a la autora, parece ser que es su primera novela publicada en castellano pero si te gustan los libros de nada es lo que parece, si eras seguidor de Lost, si cuando ves un calvo por la calle piensas en Almas de metal de Crichton o una familia feliz en el súper y piensas en Las mujeres perfectas de Ira Levin este es tu libro.

Sinopsis (Ed. Alevosía)
«Este es el tipo de suspense que nos recuerda a las películas de terror más sofisticadas. Sencillamente exquisito.»
Himmelstal, la exclusiva clínica de reposo en un valle de los Alpes suizos donde está internado Max, el hermano gemelo de Daniel, parece un lugar idílico. Hay ríos de agua cristalina y se respira aire puro, en el restaurante se puede tomar una excelente comida e incluso una copa de buen vino si se desea y el personal es sumamente atento y servicial. Por eso Daniel ­accede cuando Max le pide que ocupe su lugar para poder ­salir y solucionar fuera un asunto de deudas con el grupo mafioso que amenaza a su novia. ¿Qué peligro puede haber en pasar unos días en este agradable lugar? Pero Max no regresa y Daniel empieza a temer que ese valle sea lo último que verá en la vida…

El santuario del diablo (fragmento)

1Al recibir la carta, lo primero que pensó Daniel fue que venía del mismo infierno.
Era un sobre grueso de papel amarillento y rugoso. No llevaba remitente, pero el nombre de Daniel y la dirección estaban escritos en letras mayúsculas, con ese estilo descuidado y casi ilegible característico de su hermano. Como si las líneas hubieran sido trazadas a toda prisa.
Pero la carta no podía ser de Max. Daniel no recordaba haber recibido nunca una carta de su hermano, ni siquiera una postal. Las pocas veces que Max había dado señales de vida había llamado por teléfono.
El sello era extranjero y, por supuesto, no procedía del infierno como él había temido por un momento, sino que llevaba la imagen de la Confederación Helvética*.
Se llevó la carta a la cocina y la dejó sobre la mesa mientras preparaba la cafetera. Solía tomarse una taza de café con un par de sándwiches al llegar a casa. Comía en el comedor de la escuela y luego, como estaba solo, no tenía ganas de cocinar para sí mismo.
Mientras la válvula de la vieja cafetera empezaba a girar emitiendo un silbido, él comenzó a rasgar el sobre con un cuchillo de mesa, pero se detuvo al percibir que le temblaban las manos de tal modo que apenas podía sostener el cuchillo con firmeza. Respiraba con dificultad, sentía como si se hubiera tragado algo demasiado grande. Tuvo que sentarse.
Con la carta que aún no había leído tuvo la misma sensación que solía tener antes, cuando se reencontraba con Max. Una gran alegría de poder verlo al fin, un deseo de correr hacia su hermano y abrazarlo con fuerza. Y al mismo tiempo algo que se lo impedía. Una preocupación difusa, una especie de pálpito.
«Al menos puedo leer lo que escribe», se dijo con voz segura y decidida, como si alguien más sensato hablara a través de él. Cogió el cuchillo firmemente y rasgó el sobre.

* Aquí la autora hace un juego de palabras entre los términos suecos Helvetia (Suiza) y helvete (infierno), que en castellano es imposible de trasladar. (N. de la T.)

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