jueves, 16 de agosto de 2018

TANTOS DÍAS FELICES

Ohhhhh el amor!!
Lo que en Sylvia (Leonard Michaels) era destrucción y sufrimiento, en esta novela se transforma en fina ironía, elegancia y savoir faire...¡
Años 70 en New York, clase media culta y elegante y amor, mucho amor que, en ningun momento resulta cargante o facilón, y si, chispeante, divertido e ingenioso.
Me encanta la forma de escribir de Colwin y ese "costumbrismo moderno" que cada día perfecciona más.
Muy recomendable para pasar un rato delicioso pleno de optimismo y belleza. Y recuerden :
"No soy maravillosa, soy el azote de Dios" pag.83

Sinopsis (Ed. Libros del Asteroide)
Guido y Vincent son amigos desde niños, estudian en Cambridge (Massachusetts) y comparten sueños: Guido quiere escribir poesía y a Vincent le gustaría ganar el Premio Nobel de Física. Cuando Guido se encuentra con la extravagante Holly a la salida de un museo se enamora perdidamente de ella, pero presiente que no tendrán una relación fácil. Vincent, más abierto y alegre, conoce a Misty en el trabajo y, aunque ella es una misántropa terrible, estaría dispuesto a darlo todo por salir con ella.
A través de las relaciones de estos personajes, de sus cortejos, celos, rupturas y reconciliaciones en el Nueva York de finales de los setenta, Tantos días felices retrata a cuatro personas inteligentes y bienintencionadas que no pueden dejar de creer en el amor. Una maestra en la narración de sentimientos y relaciones afectivas, Laurie Colwin es uno de los secretos mejor guardados de la literatura norteamericana. Su prematura muerte en 1992 le privó del éxito que sin duda merecía; aun así, el número de devotos de sus peculiares comedias de costumbres no ha dejado de crecer desde entonces.

Tantos días felices (fragmento)

PRIMERA PARTE
1
Guido morris y Vincent Cardworthy eran primos terceros. Nadie recordaba ya qué morris se había casado con qué Cardworthy y a nadie le importaba salvo en las grandes reuniones familiares, cuando de vez en cuando alguien sacaba el tema y lo sometía a benévola consideración. Vincent y Guido eran amigos desde su más tierna infancia. Los habían llevado de paseo juntos en el mismo cochecito y, ya de niños, solían reunirse en la casa que los Cardworthy tenían en Petrie, Connecticut, o en casa de los morris, en Boston, para jugar a las canicas, trepar a los árboles y poner petardos en buzones y en cubos de la basura. De adolescentes habían bebido cerveza a escondidas y habían probado a fumar los puros del padre de Guido, que en vez de marearlos solían dejarlos muy contentos. Ya de mayores, ambos disfrutaban muchísimo con un buen puro.
En la universidad los dos habían hecho el tonto, habían gastado dinero y se habían preguntado qué sería de ellos cuando fueran mayores. Guido quería escribir poesía en dísticos heroicos y Vincent pensaba que acabaría ganando el Nobel de Física.

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