viernes, 1 de diciembre de 2017

UNA SUERTE PEQUEÑA


Me ha robado horas de sueño la historia de Mary Lohan, me ha desvelado y me ha hecho derramar unas cuantas lágrimas...
No sé como se las arregla Claudia Piñeiro para tocar el corazón de los que la leemos, no se como se arregla para transmitir sentimiento sin ser "sentimental" y para lograr que Una suerte pequeña pueda suceder a cualquier mujer, en cualquier lugar del mundo.
En primera persona, Mar...y Lohan, narra su vida y, sin detenerse en detalles innecesarios, logra transmitir vívidamente, infancia, adolescencia y edad adulta; un tránsito difícil que se dirige inexorablemente hacia el principio, hacia donde todo empezó....
¿Es una novela triste?, no, es una novela real con las pequeñas miserias que nos acompañan, las pequeñas alegrías, los pequeños triunfos y los fracasos (pequeños o grandes); no es una historia pequeña, es la vida misma¡
Me ha encantado¡¡¡

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Después de veinte años, una mujer vuelve a Argentina, de donde se ha ido escapando de una desgracia porque no ha podido afrontar de otra manera su sentimiento de culpa y la condena social de un entorno pueblerino acostumbrado a juzgar y condenar.

En las dos décadas pasadas en los Estados Unidos, esa mujer dañada ha reconstruido su vida, gracias al amor y al apoyo de un ser generoso, aunque la vieja herida sigue allí, bajo una fina capa de piel. De vuelta en el suburbio donde ha vivido, deberá enfrentarse con sus fantasmas y, cuando el pasado vuelva como un torrente, habrá llegado el momento no sólo de encontrarse con aquellos que formaron parte de su drama personal sino con su propia capacidad para convertir el presente en un futuro sanador.

Una suerte pequeña (fragmento)

La barrera estaba baja. Frenó, detrás de otros dos autos. La campana de alerta interrumpía el silencio de la tarde. Una luz roja titilaba sobre la señal ferroviaria. Barrera baja, alerta y luz roja anunciaban que un tren llegaría. Sin embargo, el tren no llegaba. Dos, cinco, ocho minutos y ningún tren aparecía. El primer auto esquivó la barrera y pasó. El siguiente avanzó y tomó su lugar.
Debería haber dicho que no, que no era posible, que no podía viajar. Decir lo que fuera. Pero no lo dije. Me di explicaciones a mí misma, una y mil veces, acerca de por qué, aunque debería haber dicho que no, terminé aceptando. El abismo atrae. A veces sin que seamos conscientes de esa atracción. Para algunos, atrae como un imán. Son los que pueden asomarse, mirar hacia abajo y sentirse capaces de saltar. Yo soy una de ellos. Capaz de soltarme en el vacío, de caer para ser —al fin— libre. Aunque se trate de una libertad inútil, una libertad que no tendrá después. Libre sólo en el instante que dure la caída.

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