lunes, 4 de diciembre de 2017

LOS INDESEADOS


Hasta ahora había leído cuatro libros de Yrsa Sigurðardóttir, los tres protagonizados por los abogados islandeses Þóra y Matthew (El último ritual, Ladrón de almas y Ceniza) y un thriller siniestro titulado Sé quien eres.
En estas tardes oscuras de invierno he leído Los Indeseados y la sensación es muy similar a los anteriores, sencillez de lenguaje y de tramas, pero una oscuridad siniestra envuelve todo lo que escribe Sigurðardóttir, no sé si es intencionado, no sé si la falta de luz de Islandia influye, o la soledad; pero se termina la novela pensando en una isla de gente sola y triste, con un pasado oscuro que condiciona un futuro inexistente.
La enfermedad mental, la soledad y la oscuridad, son tres constantes en las novelas de esta escritora que, a pesar de todo, se deja leer con un cierto placer.
Para el invierno¡¡

Sinopsis (Ed. Reservoir Books)
En la remota Islandia...
Aldis trabaja en un centro de menores en la Islandia rural de los años setenta. Una noche, Aldis es testigo de algo profundamente perturbador. Poco después, dos chicos del centro aparecen muertos.
Décadas más tarde, Odin, padre soltero, investiga un supuesto caso de abuso sexual siguiendo las pesquisas de su predecesor, que falleció de forma súbita y sospechosa.
Remover el pasado tiene sus consecuencias.
A medida que avanza en la investigación, Odin se da cuenta de que los terribles sucesos ocurridos en los setenta parecen estar relacionados con el accidente que se cobró la vida de su ex mujer: ¿fue su muerte un asesinato y no un accidente, como ha pensado durante años?

Los indeseados (fragmento)

El final

Óðinn tosió y se sobresaltó. ¿Cuánto tiempo llevaba dormido? Quizá solo acababa de echar una cabezada. Soltó una risa ahogada y le sorprendió su propio resuello. Se sentía bien, pero le pareció que iba a dormirse otra vez e hizo un esfuerzo por evitarlo. ¿Dónde se encontraba? Trató de sonreír, pero su intento se redujo a un mero esbozo y no pudo evitar que le volviera a entrar la risa. Seguidamente todo quedó en silencio. Solo se oía el rugido del motor. Su hechizante sonido le cerraba los párpados. ¿Estaba borracho? De nuevo una tos. Pero, en esa ocasión, no procedía de su garganta. Entreabrió los ojos y miró alrededor con dificultad. Seguía en su sitio, en el asiento del conductor. Sentada a su derecha estaba su hija Rún, con la cabeza hundida sobre el pecho y el pelo negro caído hacia delante ocultando su delicado rostro. Se echó a reír como si no hubiera visto nada más gracioso en su vida. Pero algo raro ocurría allí. Estaba borracho frente al volante. Aunque no del todo. Y, aun así, estaba contento.
Rún volvió a toser y su cabeza dio una sacudida. Su pelo onduló adelante y atrás, adelante y atrás, como movido por el viento, y Óðinn volvió a soltar una carcajada. Sin embargo, a pesar de aquel extraño estado de felicidad, algo le decía que la situación no tenía ninguna gracia. Pero, al mismo tiempo, una sonrisa radiante le iluminaba el rostro.

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