lunes, 4 de diciembre de 2017

TODO LO PERDIDO Y LO ENCONTRADO


Absténganse de esta novela tod@s l@s amig@s de LIBROS exentos de romanticismo......¡¡¡

Esta "novela del año" y ópera prima de Lucy Foley es un folletín escrito con más o menos corrección que no aporta nada al panorama literario actual, seguramente sería un bombazo en otra época pero ahora mismo, por lo menos yo, necesito algo más que una historia romántica, a través de los años, para "engancharme" a una novela.
Eso sí, es entretenida para una tarde lluviosa de invierno, todo lo entretenida y banal que puede ser una "novelita romántica" con aspiraciones.
Por tanto, a otra cosa mariposa¡¡¡

Sinopsis (Ed. Maeva)
Corren los años ochenta y a Kate, una joven fotógrafa londinense, le está costando mucho sobreponerse a la muerte de su madre, una famosa bailarina de orígenes inciertos. Cuando recibe de manos de su abuela adoptiva un misterioso retrato de una mujer que guarda un sorprendente parecido con su madre, Kate se embarca en un viaje para desenmarañar su historia familiar que la llevará desde Córcega, donde está la casa del famoso pintor Thomas Stafford, hasta el París de los años treinta. En este inolvidable periplo, con el que pretende hacer las paces con su pasado, descubrirá una gran historia de amor truncada por la guerra y un gran misterio: ¿qué relación tiene el autor del cuadro con su madre? ¿Y con la propia Kate?

Todo lo perdido y lo encontrado (fragmento)

Primera parte
La obra de un maestro
1
Hertfordshire, agosto de 1928 Los jardines ya están vibrantes de vida. El aire posee un aroma a expectativas; la gente ha venido aquí para hacer cosas imprudentes, cosas estúpidas que más adelante podrían lamentar, aunque la gracia de todo reside en no lamentarlo. Y es que el tema de la fiesta es la juventud. No todos los invitados son jóvenes, pero eso no importa. La juventud se puede fingir con facilidad mediante una actitud adecuada. Es la actitud lo que cuenta. Está ahí, en las rodillas pálidas que asoman fugazmente bajo los dobladillos, en el tintineo del champán al ser servido, en el ritmo salvaje de la batería. Y sobre todo está en el baile, rápido, demasiado rápido para distinguir cada uno de los movimientos individuales, de modo que lo único que se puede percibir es una masa borrosa, histérica, frenética, con la piel brillante por el sudor.
Tom no es muy dado al baile. O, al menos, no hasta después de tres o más copas de champán, la primera de las cuales se toma con sed. El tallo alargado de la copa y el gran cáliz con su frágil borde de cristal no fueron diseñados para tragos apresurados, de modo que derrama una buena cantidad sobre la pechera de su camisa, cuya tela se adhiere ahora translúcida a su piel.
Tom se siente como pez fuera del agua. Nunca ha asistido a un evento de ese tipo. Es uno de esos sobre los que se puede leer en las páginas de sociedad: “jóvenes adinerados y beodos realizando ultrajantes cabriolas”; la Bright Young People.* La prensa los adora y los odia. Los homenajea, los vilipendia, y sabe muy bien que no vendería tanto sin ellos. Hay hombres con cámaras acechando entre las sombras en los alrededores del recinto. Cuando llegaron, Tom se fijó en una pareja plantada entre los arbustos; aunque no malgastaron lámparas de flash con su entrada. Él está ahí «de pegote», como invitado de Roddy, un conocido de Oxford con buenos contactos. Los dos llevan ya un año en la universidad, y Tom no está muy seguro de que su amistad vaya a durar hasta los exámenes finales, pues parece que no tienen prácticamente nada en común. Pero, de cualquier modo, han ido juntos. «Eres guapo —le dijo Roddy— así que tú atraerás a las chicas y yo me lanzaré y las cazaré.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario