domingo, 3 de diciembre de 2017

LA CONSPIRACIÓN DE LOS MEDIOCRES


Precuela de la serie de novelas protagonizadas por el comisario Lascano, apodado El perro, policía en Buenos Aires durante la dictadura militar.

Creo que he tenido suerte, porque hace tiempo que quería leer las novelas de Ernesto Mallo protagonizadas por El perro Lascano y de visita en mi biblioteca, he tropezado con esta "precuela" de la serie, por tanto, creo que empiezo casi por el principio.
Buenos Aires es una ciudad propicia para la novela negra, si a esto añadimos una época negra-negrísima, la tripe A y un policía concienzudo, triste y marginado, ya tenemos los mimbres para una gran policíaca.
Me ha gustado, mucho, me leeré la saga entera¡¡¡

Sinopsis (Ed. Siruela)
Ernesto Mallo nos sumerge en un mundo en el que conviven el asesinato y la impunidad del poder con una tormenta de pasiones amorosas, en un paisaje dominado por una jauría de asesinos a sueldo.

La narrativa argentina, así como la cinematografía, se ha ocupado extensamente de la sangrienta dictadura de Videla. Sin embargo, no ha tratado en la misma medida el periodo inmediatamente anterior. Aquella etapa fue el caldo de cultivo en el que se coció lo que luego sería el terrorismo de Estado a gran escala. Bajo el nombre de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un grupo parapolicial se encarnizó con todo aquel que osara oponerse a los designios del hombre fuerte del país: José López Rega, apodado el Brujo por su afición a la magia negra.
En esta precuela de la serie del detective Perro Lascano, encontramos a un detective joven, aunque ya investigador de fuste. Para apartarlo de la investigación, los mandos policiales le encargan aclarar el suicidio de un anciano alemán. Esa misión lo arrojará directamente a las fauces de los sicarios, en un territorio donde no puede contar con nadie ni confiar en nadie. En el transcurso de su investigación, Lascano conocerá a Marisa, con quien vivirá una épica historia de amor.

La conspiración de los mediocres (fragmento)

1Cuando sonó el teléfono, Rolf Böll supo que hoy vendrían a matarlo. Cuando cuelga, por el auricular le llega un sonido agudo y breve, como el trino inconcluso de un pájaro mecánico. Se toma la cabeza con las dos manos. Solo le queda escapar, pero se siente demasiado viejo para continuar huyendo, escondiéndose, para aprender de sus errores, para defenderse, para rogar... Por la ventana se cuela un rayo de sol que pone a brillar como diamantes las partículas de polvo del pasado suspendidas en medio de la habitación. Lo invade una tristeza infinita por todas las cosas que pudieron haber sido y ya nunca serán. Hasta este momento había logrado alimentar su fe en el regreso triunfal de su especie. Ahora tiene la certeza de la extinción.
Ruido en la puerta de entrada. Abre los ojos. Ya está aquí. Pasos lentos, sigilosos, por el pasillo. Lo había pensado: esperarlo con su Walther cargada, amartillada y oculta en el regazo, y sorprenderlo, y dispararle, y partirle el cráneo, y matarlo. Pero eso sería un acto de esperanza y Rolf ya no tiene ninguna. Filosofía aparte, tampoco tiene las fuerzas ni la energía necesarias para manipular y deshacerse de un cadáver. Por el vano de la puerta, medio cuerpo, medio rostro, una pierna, un brazo y una mano con guante y pistola. La voz de Rolf es tranquila, tranquilizadora.
Pasa, no hay ningún peligro.
La desconfianza que se pinta en el semblante del joven no desaparece por eso, pero el tono de voz lo anima a entrar con el arma apuntada al piso. Con gesto cortés, Rolf lo invita a tomar asiento. El hombre mira en derredor. Su olfato le dice que están solos. Le clava los ojos celestes al viejo y se sienta frente a él.
¿Sabe que tiene que irse? Lo sé, muchacho. Lo sabía antes de que nacieras.

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