domingo, 3 de diciembre de 2017

FANTASMA


Novena entrega de la serie de novelas protagonizadas por Harry Hole, policía en Oslo (Noruega)

Harry Hole, ha vuelto, ha vuelto a Oslo en busca de sus fantasmas, en busca del pasado que no le deja y Harry es más parecido a si mismo que nunca¡¡¡
Me ha parecido volver a las primeras novelas de Hole, con un protagonista luchando contra si mismo pero no rendido a si mismo. Una trama envolvente de mafia, drogas, destrucción, corrupción política y policial que Harry debe desentrañar, como siempre..., por amor.
Quizás, algunos de los personajes conocidos están un poco menos presentes y otros semi-olvidados, vuelven con fuerza, pero la he visto como una trama clásica de las novelas Harry Hole, nada es cierto, todo es cierto.....
Me ha gustado volver a Harry y como siempre me quedo con ganas de leer más¡¡¡
A l@s aficionad@s os gustará, a los que, todavía, no lo sois os "convertirá" y es que los Fantasmas es lo que tienen, siempre vuelven.....¡

Sinopsis (Ed. Reservoir Books)
HARRY HOLE AFRONTA UN NUEVO CASO
Cuando Harry Hole se marchó a vivir a Hong Kong creyó que su vida cambiaría para siempre: dejaba atrás su pasado en Oslo y su carrera como detective. Sin embargo, un acontecimiento del todo insospechado le hace regresar una vez más a su ciudad natal: Oleg, el niño que ayudó a criar y a quien tanto quiso, ha sido arrestado, acusado de asesinato.
HARRY HOLE ENTRA EN EL LUMPEN DE OSLO
Harry no cree que Oleg sea un asesino, así que decide volver a Oslo para tratar de encontrar al verdadero culpable. Sin embargo, hay muchas pruebas que señalan a Oleg como asesino... Harry Hole está fuera del cuerpo de policía, pero, en virtud de sus contactos de otros tiempos, se verá inmerso en el mundo más lumpen de Oslo: peligrosas bandas de traficantes han puesto en circulación una nueva droga de algo potencialmente mortífero que se está volviendo muy popular entre los consumidores. Este es un caso muy especial para Harry, muy personal: deberá enfrentarse a su pasado y a una verdad incómoda sobre Oleg.

Fantasma (fragmento)

1

Los gritos la llamaban. Penetraban como una lanza sonora todos los demás ruidos nocturnos del centro de Oslo: el rumor incesante de los coches en la calle, la sirena que subía y bajaba a lo lejos, las campanas de la iglesia, que acababan de empezar a repicar. Era ahora, por la noche y a veces antes del alba, cuando salía a cazar para comer. Olisqueó el sucio linóleo que cubría el suelo de la cocina. Registró y clasificó rápidamente los olores en las tres categorías: comestible, amenazador o irrelevante para la supervivencia. El olor agrio de la ceniza gris del tabaco. El dulce sabor azucarado de la sangre en una bolita de algodón. El olor amargo a cerveza de la parte inferior de la chapa de Ringnes. Moléculas de dióxido de azufre, de nitrógeno y de carbono surgían de un cartucho metálico vacío con espacio para una bala de plomo de 9×18 mm, también llamada simplemente Makarov, por la pistola a la que dicho calibre se había ajustado originalmente. Humo de una colilla todavía ardiendo con el filtro dorado y el papel negro con el águila nacional rusa. El tabaco se podía comer. Y allí estaba: un olor a alcohol, cuero, grasa y asfalto. Un zapato. Lo olfateó y decidió que no era tan fácil de consumir como esa chaqueta del armario que olía a gasolina y al animal en proceso de putrefacción del que estaba confeccionada. Así que su cerebro de roedor se concentró ahora en cómo franquear aquello que tenía delante. Lo había intentado por los laterales, había intentado meter el cuerpo, de veinticinco centímetros de longitud y menos de medio kilo de peso, para llegar al otro lado, pero no hubo forma. El obstáculo estaba de costado, con la espalda pegada a la pared, tapando el agujero que conducía hasta su madriguera y hasta sus ocho crías recién nacidas, ciegas y sin pelaje, que reclamaban sus mamas con ansia creciente. La montaña de carne olía a sal, sudor y sangre. Era un ser humano. Un ser humano que todavía estaba vivo. Tenía unos oídos lo bastante sensibles como para captar los débiles latidos del corazón a pesar de los chillidos de hambre de las crías recién nacidas.

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