lunes, 4 de diciembre de 2017

MUERTE EN BLACKHEATH


Vigesimonovena entrega de la serie de novelas protagonizadas por Thomas Pitt policía en el Londres victoriano y su intrépida esposa Charlotte, detective aficionada.

Casi no concibo una Navidad sin novela de Anne Perry, una historia detectivesca y victoriana que me transporta a otra época y otro país. Ya se que las historias son previsibles y los personajes muy conocidos, pero me encantan¡¡
Thomas y Charlotte Pitt, la tia abuela Vespasia, Emily y Jack Radley y todos los que les rodean, son casi de mi familia y mucho más en Navidad¡¡¡

Sinopsis (Ediciones B)
Como comandante de la poderosa Special Branch, el trabajo de Thomas Pitt consiste en mantener a Gran Bretaña a salvo de espías y traidores. Por lo tanto, le resultará extraño que de pronto le ordenen investigar dos incidentes menores: el hallazgo de sangre, pelos y cristales rotos ante el domicilio del experto en armamento naval Dudley Kynaston, y la simultánea desaparición de la atractiva doncella de la señora Kynaston. Pero semanas después, al descubrirse el cadáver mutilado de una joven no identificada cerca de casa de los Kynaston,  Pitt tendrá claro que no se trata de una simple investigación policial. ¿Es posible que Kynaston, uno de los científicos más valiosos de Gran Bretaña, esté llevando una doble vida? ¿Acaso han endilgado a Pitt una conspiración tan diabólica porque podría acabar con su carrera? En su desconcierto, Pitt nunca ha necesitado tanto a sus amigos, incluidos su indómita esposa Charlotte, su astuto ex colega Victor Narraway y su espía particular de la alta sociedad, lady Vespasia Cumming-Gould. Solo Anne Perry podría haber creado el tenso entramado de conspiraciones e intrigas, amores y odios, escándalos y asesinatos de Muerte en Blackheath. Una novela con auténtico sabor de época, personajes fascinantes, inquietante suspense y un desenlace inolvidable.

Muerte en Blackheath (fragmento)

1
Pitt tiritaba en la escalera que conducía del patio a la acera y miraba los grumos de sangre y el pelo que tenía a sus pies. También había sangre en los cristales rotos, y en parte ya se había congelado. Había astillas dispersas por los escalones. El viento de enero gemía sobre aquel tramo del río en dirección a las graveras que se divisaban a lo lejos.
—Y la doncella, ¿ha desaparecido? —preguntó Pitt en voz baja.
—Sí, lo lamento, señor —respondió el sargento con tristeza. Su joven rostro reflejaba dureza a la luz gris del amanecer—. Al ver de quién era la casa pensé que debíamos avisarle enseguida.
—Ha hecho bien —lo tranquilizó Pitt.
Estaban en Shooters Hill, una zona residencial muy agradable en las afueras de Londres. No quedaba lejos de Greenwich, la Escuela Naval y el Observatorio Real, que marcaba la hora para el mundo entero. La imponente casa que se alzaba ante ellos en medio de la penumbra era la de Dudley Kynaston, un alto funcionario del Gobierno dedicado a cuestiones de defensa naval, un experto en armas de alguna clase. Un acto violento tan cerca de su casa era competencia de la Special Branch* y, por consiguiente, de Pitt como comandante. Hacía poco que lo habían ascendido a ese cargo y aún se sentía incómodo con el extraordinario poder que le confería. Quizá siempre sería así. Se trataba de una responsabilidad que, en última instancia, no podía compartir con nadie. Sus triunfos serían secretos y sus fracasos absolutamente públicos.

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