domingo, 3 de diciembre de 2017

CRIMEN EN EL BARRIO DEL ONCE


Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por el Comisario Lascano, apodado El perro, policía en Buenos Aires durante la dictadura militar.

No hay "decepción literaria" que no cure una buena novela negra. Ernesto Mallo y su prosa magnífica, su trama inteligente y su resolución coherente, han curado mi "mal".
Reencuentro al Perro Lascano en su Buenos Aires acosado por fantasmas reales e imaginarios, tratando de sobrevivir a la negrura y luchando por arrancar su vida de las garras del mal.
Tiene el Perro un sabor clásico que me enamora y tiene Ernesto Mallo un discurrir en la novela que me absorbe y me hace desear seguir leyendo, sin parar¡¡¡

Sinopsis (Ed. Siruela)
Lascano, el Perro, un comisario de policía trastornado por la reciente muerte de su mujer, recibe un aviso: han aparecido dos cadáveres cerca del Riachuelo. Pero en el lugar del crimen descubrirá un tercer cuerpo que no tiene las características de los «fusilados» de la época, el de un prestamista judío del Barrio del Once. Investigar el caso no será fácil para Lascano…
En esta novela policiaca, con el marco histórico de la dictadura y violencia política que vivió Argentina en los años 1970, policías, militares, jóvenes en la clandestinidad y miembros de la clase alta componen una trama en la que el juego de los personajes, la riqueza de las descripciones y los diálogos alcanzan una memorable potencia narrativa.
Ernesto Mallo exhibe un dominio admirable de la mejor tradición policiaca al tratar este tema que conoció de primera mano, manteniendo de forma magistral el suspense en una historia compleja, ajustada al milímetro y que no da respiro al lector.

Crimen en el Barrio del Once (fragmento)

1Yo sé que hay que matar, sí,
pero a quién…
Homero Expósito, 1976
Hay días en que el borde de la cama es un abismo de quinientos metros. La repetición continua de cosas que no queremos hacer. Lascano querría quedarse en la cama para siempre o arrojarse al abismo. Sólo si el abismo fuera real. Pero no lo es. Lo único real es el dolor.
Así se siente Lascano esta y todas las mañanas desde la muerte de su mujer. Huérfano de niño, parecía predestinado a la soledad. Marisa fue una tregua de ocho años que la vida le concedió, argumento para seguir viviendo, recreo fugaz que finalizó hace menos de un año, dejándolo nuevamente varado en los bajíos de una isla donde se ganó con justicia su mote: el Perro.
Se lanza al vacío. La ducha le lava los restos del sueño que se van aullando por el sumidero. Se viste, se calza la Bersa Thunder 9 mm en la sobaquera. Se acerca a la jaula, hábitat del pájaro, que es lo único vivo que le quedó de Marisa, y agrega una pizca de alimento en el comedero. Sale a la madrugada desierta. No amanece aún. La humedad es tal que, siente, podría ir nadando hasta su auto. Las luces y las sombras difuminan espectros en la niebla que todo lo envuelve. Enciende el primer cigarrillo del día.

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