martes, 5 de diciembre de 2017

LA OTRA PIEL


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por Aector Mc Avoy,  sargento en la Unidad de delitos graves y crimen organizado de la policía de Humberside, en Yorkshire, Inglaterra.

Sigo en Hull-Yorkshire, sigo con el sargento McAvoy y cada vez me gusta más el personaje y lo que lo acompaña, si en la primera novela la trama fue un tanto esotérica, en esta la realidad se impone: mafia, corrupción policial, drogas, racismo y vidas en el "filo de la navaja"....
Se sigue perfilando el personaje protagonista y su jefa la Superintendente Trish Pharaoh puede dar mucho juego de aquí en adelante.
Me está gustando esta serie que elegí para viajar y se quedará conmigo, cuando vuelva¡¡¡

Sinopsis (Ed. Siruela)
La Unidad de Delitos Graves y Crimen Organizado está muy ocupada investigando los crecientes y brutales ataques contra los productores de cannabis vietnamitas a manos de una nueva banda rival. Mientras tanto, el detective Aector McAvoy, un poco al margen, sigue su instinto y está ocupado con el aparente suicidio de Simon Appleyard, un joven homosexual habitual de las fiestas sexuales con su mejor amiga, la extravagante Suzie Devlin. McAvoy cree que Suzie puede ser el próximo objetivo de un asesino, y que sus peculiares tatuajes son la pista. Sin embargo empiezan a aparecer más cadáveres  y todos están conectados de una manera u otra con las webs de encuentros sexuales y los clubs nocturnos de la zona. El detective Aector McAvoy comienza a sospechar que el asesinato de Simon es solo la punta del iceberg.
McAvoy pondrá a prueba su temple y su honestidad cuando la investigación lo lleve a acercarse peligrosamente a la élite política local, gente poderosa que mataría por mantener ocultos sus secretos y con las conexiones suficientes como para arruinar su carrera.

La otra piel (fragmento)

Prólogo
«Debería haber pasado la aspiradora», piensa, quitándose una pelusa de la lengua. «Debería haber dejado el salón bonito.»
Siente una presión en los riñones.
«También debería haber echado una meada.»
Se incorpora y se levanta del suelo, cual sirena izándose sobre una columna de espuma, y trata de sacudirse las migajas y los pelos de gato de su pecho brillante.
«Tanto aceite corporal», piensa. «Tan provocativo y tan resbaladizo. Esto va a ser como pelearse con un delfín...»
Suena la alarma de su teléfono móvil. Ya son las diez. Su visitante se retrasa más de lo que le gustaría.
«Serás nenaza», se dice a sí mismo. Y luego exclama, imitando la voz de su padre:
–¡Maricón de mierda!
El chico lleva así un buen rato. Empieza a sentirse incómodo. Sucio, pero en el mal sentido. El deseo comienza a desvanecerse.
Se pregunta si existirá una palabra para describir el sentimiento opuesto a la pasión: la ausencia de lujuria, el momento en que el deseo deja de atenazarte.
Empieza a sentirse un poco estúpido. Un poco indigno.
Trata de pensar en una forma más adecuada para describir la sensación. Le gustan las palabras. Le gusta que lo tomen por una persona elocuente. Siempre utiliza bien los pronombres cuando le promete a un amante que hará realidad todos sus deseos. Pone mucho empeño en sus poemas. «Desastrado.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario