jueves, 7 de diciembre de 2017

LA MUERTE DE ULISES


Libro de relatos que comienza con un Jaritos y termina con un Jaritos.
No es lo que acostumbro a leer de Márkaris pero me ha gustado sentir la vida de los turcos en Turquía, en Alemania y en Grecia; y la vida de los griegos en Grecia y Turquía.
Un alegato contra el racismo, la xenofobia y la pelea continua de aquellos que deberían estar "condenados" a entenderse desde siempre.
Se adivina en cada relato al Márkaris emigrante, solidario y ciudadano del mundo; no ha estado a la altura de las novelas protagonizadas por Jaritos pero me ha gustado.

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Un extraordinario mosaico de historias que combina casos policiacos del comisario Jaritos con temas de gran actualidad como el de los refugiados.
Ulises, el protagonista del relato que da título a este volumen, es un anciano griego que, cuando ve acercarse la hora de su muerte, decide que lo entierren en el lugar en que empezó a soñar: Estambul, su verdadera patria. Y es que el pueblo griego vive en el siglo XXI, con la llegada de refugiados que huyen de la guerra, lo que ya experimentó en carne propia a lo largo de todo el siglo anterior: una persecución que terminó para los griegos en una emigración forzosa, y que se narra con gran fuerza en el cuento titulado Tres días. Pero Ulises, recién llegado a su Ítaca soñada, ya sin nada que perder, decide enfrentarse temerariamente a los Lobos Grises, organización paramilitar turca muy semejante a la Aurora Dorada que, en Grecia, rechaza a todo emigrado. Por otro lado, envolviendo los relatos de candente actualidad, Petros Márkaris vuelve a hacernos disfrutar con dos casos protagonizados por el comisario ateniense Kostas Jaritos, cuyas víctimas son un escritor y un director de cine, y una tercera investigación a cargo de su amigo el comisario turco Murat, que transcurre entre los emigrados griegos en Alemania.

La muerte de Ulises (fragmento)

La noticia llegó mientras saboreábamos el café de la mañana, ritual que Guikas había inaugurado recientemente. Como se ha pasado media vida entrando y saliendo de los despachos ministeriales de todo tipo de partidos y autoridades políticas, en algún momento se enteró de que los primeros ministros empiezan siempre su jornada laboral con un café y se apresuró a emular la costumbre. Para ser sincero, no tengo la menor idea de lo que hablan los jefes políticos con sus ayudantes mientras toman el famoso cafetito, pero nosotros hablamos de gilipolleces. De cara a la galería, se supone que aprovechamos la coyuntura para dar un repaso a los asuntos y documentos de la víspera y trazar nuestros planes de acción para el día en curso, pero la mayor parte de las veces perdemos el tiempo escuchando los recuerdos archivados en la cabeza de Guikas.
Así que, cuando sonó el teléfono y Guikas descolgó el auricular y me dijo: «Es para ti», tuve un presentimiento, que Vlasópulos me confirmó en el acto.
—Se ha producido un asesinato, señor comisario.
—¿Se conoce la identidad de la víctima?
—Por supuesto. Es el escritor Lambros Spajís. La mujer de la limpieza ha encontrado su cadáver esta mañana en su despacho.
—¿Y tú sabías que ese tal Spajís era un escritor famoso? —pregunto extrañado, porque a mí el nombre no me dice nada.
—Yo tampoco lo sabía, pero he buscado en la Wikipedia y he encontrado su biografía.
«Dejémoslo estar», me digo para mis adentros. «Si ahora pregunto qué es esa Wikipedia, será como jugarme el prestigio a los dados.»
—¿Dónde vivía la víctima?
—En la calle Romano el Meloda, que parte de la circunvalación de Licabetos.
—Bajo enseguida. Vlasópulos está esperándome en el coche patrulla delante de la entrada de Jefatura.
—He avisado a los de la Científica y al forense. También he enviado un coche patrulla para que vigile la casa. La víctima vivía sola.

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