domingo, 3 de diciembre de 2017

EL MISTERIO DE GRAMERCY PARK


He pasado unos días deliciosos de la mano de Miss Amelia Buttenworth descubriendo misterios "a la antigua usanza". Es la primera novela que leo de Anna K. Green madre de la novela de detectives y precursora de las grandes damas de la novela de misterio; desde ahora os digo que no será la última.
En una edición cuidadísima, ilustrada por L. Malteste y prologada por nuestra querida amiga Carmen Forján.
Muy recomendable¡¡

Sinopsis (Ed. d'Época)
La acaudalada familia Van Burnam regresa de un viaje al extranjero al mismo tiempo que aparece una mujer muerta en el salón de su casa. Un gran aparador ha caído sobre ella aplastando su cara, y aunque la policía sospecha que la víctima es la esposa de uno de los hijos del señor Van Burnam, éste insiste en que no la reconoce. ¿Qué hacía la mujer en una mansión que permanecía cerrada? ¿De quién son las extrañas prendas que llevaba puestas? ¿Estaba muerta antes de caer
sobre ella el aparador?...

En El misterio de Gramercy Park (1897) una solterona de mediana edad, la señorita Butterworth, se convierte en detective aficionada cuando un extraño asesinato tiene lugar en la mansión contigua a su vivienda. Así da comienzo una compleja investigación llena de giros equivocados y con una intrigante trama que mantiene en vilo al lector hasta la última página.
Obra maestra de la «madre de la novela de detectives», Anna Katharine Green, conocida como la Agatha Christie de la época victoriana. Su protagonista es la encantadora señorita Butterworth, brillante precursora de la señorita Marple.

El misterio de Gramercy Park (fragmento)

LIBRO PRIMERO
LA VENTANA DE LA SEÑORITA BUTTERWORTH
I
UN DESCUBRIMIENTO
 
No soy una mujer curiosa, pero cuando en mitad de una calurosa noche de septiembre oí maniobrar un coche de punto en la casa de al lado, y detenerse, no pude resistir la tentación de saltar de la cama y echar un vistazo a través de las cortinas de mi ventana.
En primer lugar porque la casa estaba vacía, o eso se suponía, pues la familia que la habitaba aún permanecía —tenía todas las razones para creerlo— en Europa. Y en segundo lugar, porque, al no ser curiosa, a menudo me pierdo aquello que sería realmente interesante y provechoso para mí conocer de la vida. 
Por suerte, no cometí tal error aquella noche. Me levanté y miré hacia la calle, y aunque estaba lejos de suponer lo que ocurriría después, di, de este modo, el primer paso en el curso de la investigación que ahora concluye.
Pero es demasiado pronto para hablar del desenlace final. Antes déjenme explicarles lo que vi al apartar las cortinas de mi ventana en Gramercy Park, en la noche del 17 de septiembre de 1895.

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