domingo, 20 de agosto de 2017

EL HUEVO DE ORO


Vigesimosegunda entrega de la serie protagonizada por el comisario veneciano Guido Brunetti.

"Un Brunetti al año no hace daño, pero es costumbre más sana uno cada semana......."

Ya hacía muchas semanas que no disfrutaba de la vida, los pensamientos y las investigaciones del inefable Guido Brunetti y este se me ha hecho corto.
No es una de las mejores investigaciones de Brunetti pero si, una de las más personales, nuestro comisario en su salsa ayudando a los más desfavorecidos.
Me ha gustado, lo cual no es una novedad porque soy una fan irredenta de este gran hombre y su familia, la personal y la policiaca¡¡¡

El huevo de oro (fragmento)
" Brunetti estaba con ella el día que hubo un tiroteo y murió un hombre, pero nunca la había visto así. Su elegante imparcialidad e ironía habían desaparecido y las había reemplazado una ira tangible que él mismo percibía desde su lado del escritorio.
Brunetti frunció el ceño.
—¿No crees que estás exagerando?
—Claro que sí —le espetó ella, aunque después se quedó callada el tiempo suficiente como para que la expresión de enfado se difuminara—. Aquí arriba no hay manera de zafarse de ello, lo respiráis en el aire del norte.
Enfrentado a su propia hipocresía y al hecho de que Claudia matizaría cualquier cosa que él dijese, Brunetti optó por permanecer en silencio. ¿Cómo podía decirle a su compañera que se estaba imaginando cosas, cuando la desconfianza que a él le despertaban los sureños tenía raíces más fuertes que las de su propia dentadura? Ambas habían tomado forma ya en la niñez sin que él fuera consciente del desarrollo de ninguna de las dos.
Se preguntó si ella también había notado esa desconfianza en él. Tan pronto como Brunetti concluyó que de haberla notado no le habría mencionado el tema, recordó lo sutil que era su compañera, y eso lo sumió en la incertidumbre. Qué extraño le parecía el prejuicio, que tanto consuelo ofrecía, hasta que alguien se percataba de él.
Se pasó las manos por la cara y después por el pelo; era una señal visual de que estaba borrando todo indicio de una digresión.
—¿Qué hay de Vianello? —le preguntó.
—Está abajo. Acabo de hablar con él.
Brunetti sonrió e hizo un gesto con la mano que desestimaba la respuesta.
—No, me refiero a lo de mi amistad con él. Ibas a decirme algo sobre eso. —Viendo el alivio reflejado en la postura más relajada de su compañera añadió—: Creo que nos hemos desviado del tema.
Ella se sonrojó, y con ello volvió a recuperar toda su belleza, o su belleza la recuperó a ella.
—Lo siento, Guido, ya veo que no tienes ni idea.
Por un instante Brunetti temió que su compañera fuese a retomar el tema anterior, pero se quedó callada. "

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