sábado, 26 de agosto de 2017

EL JUEGO DE LAS TRES CARTAS


Segunda novela de la serie BarLume protagonizada por el propietario del bar, Massimo Viviani y el grupo de ancianos que se reúnen allí, diariamente, para "ocuparse de los asuntos ajenos".

RESEÑADO por Gloria González para LIBROS, el 27 de Noviembre de 2013.
"El juego de las tres cartas" de Marco Malvaldi es una novela negra fresca, más "fresca" que "negra", la verdad.
Cada vez oigo más que las novelas de Malvaldi son demasiado sencillas, insulsas, pero a mí me parecen simpáticas y entretenidas, y disfruto con ese grupo tan peculiar formado por el camarero-detective del BarLume y los cuatro jubilados detectives-cotillas que acuden allí a diario.

RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 30 de Diciembre de 2014.
Segundo libro de la trilogía del 'Bar Lume'.
Parece un telefilm de sábado por la tarde. Está bien escrito pero muy plano, tanto en intensidad como en la trama, la historia.
No mejora el anterior, 'La brisca de cinco'. Y a pesar de tener el tercero, tengo muchas dudas.


Sinopsis (Ed. Destino)
En Pineta tiene lugar una importante convención de Química a la que acuden expertos y estudiantes de todos los lugares del mundo. Uno de los asistentes más prestigiosos, el profesor japonés Asahara, se siente enfermo tras la cena y sufre una parada respiratoria, aunque se hace necesario ordenar una autopsia que despierta sospechas. ¿Ha muerto envenenado?
Massimo, el dueño del BarLume, se ve implicado en el asunto ya que fue el encargado de preparar el catering de la cena.
Retenidos en la población mientras duran los interrogatorios, los participantes a la convención suelen reunirse en el bar para discutir el caso, y una vez más, se inicia una investigación colectiva a cargo del grupo de jubilados de Pineta. Aldo, Gino, Pilade y Ampelio vuelven con sus discusiones sobre lo divino y lo humano en una novela de intriga que se devora con una sonrisa permanente.

El juego de las tres cartas (fragmento)

Prólogo
"Si ése era todo el caos, entonces Italia debía de ser el país más hermoso del mundo. Eso pensaba Koichi Kawaguchi apenas hubo bajado del vuelo JL3476, que lo había recibido en el aeropuerto de Narita y lo había hecho aterrizar, entre incomprensibles aplausos de los italianos presentes en el avión, en una de las pistas de Roma Fiumicino. Koichi Kawaguchi estaba preocupado porque era la primera vez que salía de Japón, no sólo para ir a un congreso, sino en general, y le habían advertido que Italia era un país
bellísimo, pero extremadamente caótico y desorganizado. Además, Koichi era una persona aprensiva, de manera casi patológica. Por tanto, la idea de encontrarse solo en un aeropuerto extraño, en un país cuya lengua no sabía, para tener que coger un vuelo interno que partía sólo dos horas después del aterrizaje desde Tokio, le había producido ansiedad desde hacía casi un mes. En cambio, todo había ido mucho mejor de lo previsto. Para empezar, ya al salir Narita había detectado a varias personas que iban al congreso. Aunque no los conocía
personalmente, Koichi había observado a unos muchachos que, entre el equipaje, llevaban en bandolera un tubo portaplanos de plástico, lo cual los identificaba inmediatamente como personas que van a un congreso científico."

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