sábado, 26 de agosto de 2017

HIGIENE DEL ASESINO


RESEÑADA por losrelatosdepatri para LIBROS el 26 de Noviembre de 2013.
Terminado "Higiene del asesino" de Amélie Nothomb.
Una novela catalogada como novela negra en muchas páginas web, aunque no sé si yo la catalogaría así, es complicado. Esta novela está integrada por entrevistas con las que conocemos al personaje principal, el ficticio Premio Nobel de Literatura, Pretextat Tach, un hombre desagradable, misántropo, con un físico un tanto monstruoso y extremadamente pedante. Me ha parecido una historia original y divertida, en la que se da vida a un personaje con una personalidad muy extravagante, muy de acuerdo con la personalidad de muchos genios. Me ha gustado mucho también una historia dentro de la novela, que es como un cuento cruel, un cuento con influencia gótica, muy macabro y hermoso. El pero de la novela, que no llega a ser tanto como promete, que en momentos se hace pedante y sobran algunas partes de las conversaciones.
Aún así me ha gustado, y sobre todo más que la otra novela que leí de Amélie Nothomb, "Estupor y temblores".

Higiene del asesino (fragmento)

Cuando fue público y notorio que el grandísimo escritor Prétextat Tach moriría en los dos próximos meses, periodistas de todo el mundo solicitaron entrevistas privadas con el octogenario. El anciano gozaba, sin lugar a dudas, de un considerable prestigio; no por ello resultó menos sorprendente ver cómo acudían, hasta el pie de la cama del novelista francófono, emisarios de periódicos tan conocidos como Los Rumores de Nankin (que nos hemos tomado la libertad de traducir) y The Bangladesh Observer. De este modo, dos meses antes de su fallecimiento, el señor Tach tuvo la oportunidad de hacerse una idea de la amplitud de su fama.
Su secretario se encargó de realizar una drástica selección entre los solicitantes: descartó todos los periódicos en lengua extranjera, ya que el moribundo sólo hablaba francés y no se fiaba de ningún intérprete; rechazó a los reporteros de color debido a que, con la edad, el escritor había empezado a adoptar puntos de vista racistas que no se correspondían con sus opiniones profundas —avergonzados, los especialistas tachtianos lo interpretaban como la expresión de un deseo senil de escandalizar—; por último, el secretario disuadió educadamente a los solicitantes de las cadenas de televisión, revistas femeninas, periódicos considerados excesivamente políticos y, sobre todo, publicaciones médicas que hubieran querido saber de qué modo había contraído el gran hombre un cáncer tan raro.
No sin orgullo, el señor Tach recibió la noticia de que padecía el temible síndrome de Elzenveiverplatz, conocido vulgarmente como «cáncer de los cartílagos», que el sabio epónimo había diagnosticado en el siglo XIX, en Cayenne, en una decena de presidiarios encarcelados por violencia sexual seguida de homicidio y que, desde entonces, nunca más había sido detectado. Recibió aquel diagnóstico como un honor inesperado: con su físico de obeso imberbe que, salvo la voz, lo tenía todo de un eunuco, temía morir a causa de una estúpida enfermedad cardiovascular. Al redactar su epitafio, no olvidó mencionar el nombre sublime del médico teutón gracias al cual iba a fallecer elegantemente.

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