miércoles, 23 de agosto de 2017

TODO ESTO PARA QUÉ


Descubrí a esta autora californiana con la impactante, Tenemos que hablar de Kevin, hace ya bastantes años.
Ahora me impacta, de nuevo, con la parábola de la "oveja" laboriosa y todos los lobos que la rodean....
Una parábola de "american way of life" devaluado, una parábola del sufrimiento y el dolor escondido; todo aderezado con un humor negro que no oculta, en ningún momento, la decadencia del imperio y sus habitantes....
Una magnífica novela a la que, ni siquiera, algún desenlace precipitado y poco meditado, le quita mérito e interés.
Eso sí después de leerla he tenido que tomarme varias "cortomalafrinas".

Todo esto para qué (fragmento)

1"Shepherd Armstrong Knacker
Merrill Lynch - N.º de cuenta 934-23F917
1 de diciembre de 2004 - 31 de diciembre de 2004
Cartera neta: 731.778,56 dólares

¿Qué pone uno en la maleta cuando se marcha para el resto de su vida?
En los viajes de investigación –Glynis y él nunca los habían llamado «vacaciones»–, Shep siempre había puesto demasiadas cosas, para hacer frente a cualquier contingencia: ropa para la lluvia, un jersey por si en Puerto Escondido hacía demasiado frío para la estación. Enfrentado a un número infinito de contingencias, el impulso era no llevar nada.
No había ningún motivo racional para andar sigilosamente por esos pasillos como un ladrón que ha venido a asaltar su propia casa –sin hacer ruido, apoyando en las tablas del suelo primero el talón y luego la punta del pie, sobresaltándose cuando crujían–. Dos veces se había cerciorado de que Glynis no estaría en casa a última hora de la tarde (una «cita»; le molestaba que no le hubiese dicho con quién ni dónde). Recurriendo al pretexto, poco convincente, de preguntar por los planes para la cena cuando el hijo de ambos llevaba un año sin estar presente en una comida familiar digna de ese nombre, había confirmado que Zach no representaba ningún peligro, pues se había instalado en casa de un amigo y pasaría allí la noche. Estaba solo en casa. No tenía por qué andar saltando cuando llegara la pasma. Y tampoco meter la mano en el cajón de arriba de la cómoda, temblando, para buscar los calzoncillos como si en cualquier momento alguien fuese a agarrarlo por la muñeca y decirle que tenía derecho a un abogado.
Salvo que, a su manera, Shep era un ladrón, y quizá de la clase más temida por cualquier familia norteamericana. Había vuelto del trabajo un poco antes de lo habitual para así poder robarse a sí mismo."

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