martes, 2 de enero de 2018

LOS CINCO Y YO


En 1968, que fue nuestro primer año escolar, los colegios españoles eran ya lugares desbordados de chavales, más parecidos a junglas que a jardines de infancia. Matricular a los niños en la escuela, que hasta entonces había sido un mero trámite, se convirtió con los nuevos tiempos en un quebradero de cabeza. Para poder atender la demanda de todas las familias del barrio, el colegio Montserrat tuvo que abrir nuevas aulas en sótanos y locales cercanos porque en el edificio principal no cabía más gente».
Es indudable que Orejudo escribe más que correctamente, en algunas ocasiones brillantemente, también es indudable que su ansia de originalidad no siempre le favorece.
Tras la historia delirante de Ventajas de viajar en tren, me lo he pensado un poco antes de abordar otra novela del autor y mi impresión es parecida....buena escritura, gran comienzo y....embrollo tras embrollo el autor me produce la impresión de que no sabe lo que quiere contar o quiere contar tantas cosas que se pierde en la autocomplacencia de una imaginación que más que desbordarse, arrasa todo a su paso.
El título es muy revelador de la estructura, ficción y realidad se mezclan en un torbellino, a veces brillante, a veces irritante que conduce a un no-final como colofón de una no-novela.
Recomendable como ejercicio lector para l@s que no se conforman con la rutina y para los que quieran averiguar hasta donde es capaz de llegar Orejudo....

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Toni siente que es un escritor que no escribe y un profesor que no enseña. Creció leyendo las aventuras de Los Cinco escritas por Enid Blyton, unos libros que le proporcionaban lo que la España de los años previos e inmediatamente posteriores a la muerte de Franco era incapaz de ofrecerle: diversión sin vigilancia, libertad de movimientos y cerveza de jengibre, es decir, el mundo sin límites que requería la intensidad vital de su transición a la adolescencia. A lo largo de esta novela, aquellos personajes a los que Toni tanto envidió de niño parecen convertirse en seres de carne y hueso como él, que sufre el proceso inverso y termina siendo lo que siempre deseó, uno más de ellos. Los Cinco y yo es una novela arrebatadoramente original que unas veces se disfraza de memorias de infancia y otras de inquietante ficción de denuncia para pasar de la anécdota a la sátira y de esta a una teoría personal de la narración. Antonio Orejudo rinde homenaje y al mismo tiempo ajusta cuentas con su generación, la de los nacidos en el boom demográfico de los años sesenta, que no tuvo ningún protagonismo en la transición de la dictadura a la democracia.

Los cinco y yo (fragmento)

Para explicar el influjo que las aventuras de Los Cinco han ejercido sobre mi generación hay que hacer referencia al precio que alcanzó el trigo en la posguerra española: así empecé mi presentación de After Five en la Blyton Foundation, remontándome a la catástrofe que había sufrido el sector agrario en los años cuarenta, recién terminada nuestra Guerra Civil. Entonces el Estado fijaba por ley las superficies de cultivo, compraba muy barata toda la producción de cereal y controlaba el consumo con cartillas de racionamiento. A consecuencia de ello, muchos agricultores ocultaban parte de su cosecha para venderla más cara en el mercado negro. Esta práctica, unida a los efectos de una prolongada sequía y a una deuda bélica que obligaba a exportar nuestros escasos cereales a Alemania en pago por la ayuda de Hitler a Franco en la Guerra Civil, provocó una escasez de productos básicos. Mientras la población pasaba hambre, los grandes propietarios agrícolas fueron acumulando el capital que les permitió financiar el sector industrial a partir de la década siguiente. Me pareció pertinente comenzar aquella introducción al libro de Reig mencionando la transformación económica de España en los años cincuenta y el éxodo masivo de las zonas rurales, cuyos habitantes emigraban hacia las ciudades más desarrolladas, sobre todo hacia Madrid, que entonces carecía de las infraestructuras necesarias para dar alojamiento a todos aquellos jóvenes de pueblo que llegaban con la intención de buscarse un sustento o, en el mejor de los casos, de colocarse en un banco o en una compañía de seguros.


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