domingo, 31 de diciembre de 2017

LAS MALDICIONES


RESEÑADO por Clara Glez. para LIBROS 26 de Mayo de 2017.

Tenía interés por leer este libro, más que nada porque había oído hablar de la maldición de la piedra fundacional de la ciudad de Buenos Aires. Y la verdad es que no me ha desagradado.
Aparte de tratar ese tema, que sirve para forjar la trama de la novela, es una lección magistral de las nuevas formas de la política. De cómo se trata la información para que haga su efecto en las masas.
En medio de todo ese mundo hay una historia que te hace leer y leer hasta ver su desenlace.
Sus personajes bien definidos. La historia con su intriga, su pellizco, y en medio la política, con todos sus matices: egoísmo, poder, ambiciones, miedo …
Me imagino que a los argentinos esta historia les será en parte conocida. Aunque en el fondo es una historia que desgraciadamente se repite en todas partes. A mí me ha gustado y lo recomiendo.
Y como consecuencia personal, me doy cuenta que no soy yo sola la que tiene el carnet del partido caducado.


Y esta es mi opinión, acerca de la novela:
La nueva novela de Claudia Piñeiro aborda la "nueva política" ¿hay algún tema más actual?.
La vida y obra de Fernando Rovira (cambien un par de letras del apellido) un líder "carismático" que va a cambiar la vida de los argentinos con sus "ideas".....
Con un estilo muy reconocible la escritora relata el desembarco de un político y sus asesores, paralelamente las vidas privadas llenan la novela de ...realidad, la realidad de "cambiar todo para que nada cambie", la realidad de considerar a los votantes menores de edad, la realidad del marketing y el engaño, la pura realidad!!!
Quizás le sobren datos históricos aunque a mí me ha gustado esa "contrahistoria argentina" pero con un mínimo de reflexión sientes un escalofrío de miedo recorriendo tu columna vertebral!!!
La recomiendo, mucho!!!
Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Un joven ingresa al mundo de la política por las razones equivocadas y debe afrontar las dramáticas consecuencias.
Alguien puede llegar a la política por muchos motivos. Unos más legítimos, otros menos. También por error, por desidia. O por no saber decir que no.»

Román Sabaté entra al mundo de la política casi por casualidad, pero es allí donde se sella su destino. La permanente tensión entre la necesidad de trabajo de un joven de provincia y las ocultas intenciones del político que lo ha elegido como secretario privado es lo que mueve los hilos de esta novela: dos hombres en conflicto en una historia en la que hasta la paternidad está en juego. Magia, doble discurso o crimen, todo vale. Las maldiciones desnuda la verdad de la llamada "nueva política", basada en un pragmatismo absoluto que esconde la inescrupulosidad del engaño y la ambición sin límites.
Claudia Piñeiro ha escrito una novela certera, conmovedora y actual, que pone el foco en las perversiones de los gobernantes, pero que también les hace lugar a las historias de lealtad y amor más verdaderas.

Las maldiciones (fragmento)

1

Cada hombre, cada mujer, carga con su propia maldición. Hay quienes dedican toda su vida a desbaratarla, a vencerla; son los que se creen capaces de burlarse de ella, poderosos, y así pelean del primer día al último en una batalla absurda, desigual, inútil. Por otro lado están aquellos que no luchan contra su maldición sino que conviven con ella, los que aprenden a llevarla de paseo, como una mochila, intentando que pese lo menos posible; la observan de reojo, la controlan sin combatirla, saben que está ahí, de principio a fin, y aunque se preocupan por que no se ensañe con ellos, le prestan la mínima atención. Pero hay una tercera categoría, la privilegiada, la que integran los que ni siquiera son conscientes de que esa maldición existe. Román Sabaté es uno de esos privilegiados. Por más que, como todos, también esté maldecido, lo desconoce, y eso lo hace libre. A Román ni se le cruza por la cabeza que su vida esté condicionada por maldición alguna; es ignorante y, por lo tanto, sabio.
Sin embargo, Román hoy siente náuseas y un fuerte dolor en la boca del estómago. No advierte una relación entre ese dolor y una maldición. Busca su origen en lo que lo rodea. Mira a su alrededor. Huele. Cree que ese malestar que se le instaló en medio de las costillas lo provoca el lugar donde está, a la espera de que salga su ómnibus. Desestima el cansancio y los nervios; no son los que hacen que se sienta mal, menos aún la culpa. Tampoco el miedo. El bar de la terminal de Retiro le resulta un sitio horrendo. Busca otra palabra y no la encuentra; sabe muy bien quién la usa cada dos o tres frases. O solía usarla, se corrige. No quiere recordar esa palabra justo en este momento. Él no la usa, nunca la usó, preferiría no hacerlo ahora pero descarta cualquier otro sinónimo y se le impone a pesar del esfuerzo por evitarla: horrendo. La luz de tubo le lastima los ojos irritados de poco sueño, esa luz blanca y fría se le clava como una aguja justo en el lagrimal izquierdo. Las sillas de caño negro no ayudan; enclenques de tanto que deben de haberlas arrastrado de un lado a otro sobre el mosaico gris, con la cuerina rota que deja ver una goma espuma vieja, sucia, inflada, que se derrama deforme en cada tajo. El olor a comida se mezcla con el de un producto de limpieza indefinido pero potente que llega desde el baño, y el resultado de ese encuentro de olores es peor que el que cada uno de ellos podría producir por separado. Un aparato de televisión de última generación, instalado en un soporte gris que cuelga en un ángulo, casi del techo, está sintonizado en un canal de noticias, sin voz. Román sospecha que ese televisor, que desentona por su modernidad con el resto del mobiliario, debe de estar allí desde el último Mundial de Fútbol. Recuerda dónde vio la mayoría de aquellos partidos, en un LED de 60 pulgadas con HD que parecía un microcine, rodeado de sushi que él no comía ni come, y del equipo. Equipo, otra palabra que quisiera evitar.

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