sábado, 25 de noviembre de 2017

NUNCA AYUDES A UNA EXTRAÑA


Séptima entrega de la serie de novelas protagonizadas por Mariana de Marco juez en Cantabria.

Se dice que tras todo crítico literario se encuentra a un escritor frustrado y, a la vista de algunos que deciden traspasar el umbral, mejor sería que la frustración siguiese ahí, en la sombra.....
Hacía mucho tiempo, casi desde sus primeras novelas, que no leía nada del Sr. Guelbenzu (crítico literario reza en su currículum) y mejor haberlo dejado así, pero....una corta estancia de hospital y que... la novela cayó en mis manos inadvertidamente, me hicieron "picar" nuevamente en esta serie protagonizada por la juez Mariana de Marco, sin poder abandonarla porque no tenía otra cosa a mano me he "tragado" este "pildorazo" de casi 500 páginas de topicazos, lenguaje pedante con un punto machista, humor rancio (por llamarle algo parecido a humor), personajes encorsetados, trama facilona y desenlace previsible desde el "minuto uno" de la narración.
He escarmentado y aunque nadie escarmienta en cabeza ajena, os dejo este aviso.
Por cierto, Sr. Guelbenzu, la palabra correcta (en inglés) es freelance, en castellano trabajador independiente; y correcto es escribir poliomielítico (ya que ha padecido poliomielitis), el resto es falta de ortografía o simple desconocimiento del lenguaje....

Sinopsis (Ed. Destino)
Javier Goitia es un periodista de investigación con una larga trayectoria a sus espaldas, que acaba de ser despedido. Para pasar el golpe, se dirige a G..., donde tiene un amigo que lo acoge durante un tiempo y donde espera repensar su futuro. En la cafetería del tren, Javier se detiene fascinado por una mujer pensativa a la que no se atreve a abordar pero que le dejará una huella imborrable.
Una noche en que Javier está tomando unas copas, mientras fuma un cigarrillo a la puerta de un local, oye unos quejidos que vienen de un callejón. Cuando se acerca, ve cómo un hombre sale corriendo dejando en el suelo a una mujer a la que parece que ha atacado. Javier corre tras él y mientras tiene lugar la pelea, llega la policía y los detienen a ambos. Mientras, la mujer ha desaparecido. Ya en los juzgados, el testimonio de Javier queda en entredicho por la declaración de su oponente, que sostiene que él había ido al callejón a ayudar y que Javier se ha equivocado de hombre. Tras las primeras diligencias, Javier es llevado ante la juez, que no es otra que Mariana de Marco, la fascinante mujer del tren.

Nunca ayudes a una extraña (fragmento)

Siempre, antes de emprender un viaje, he fantaseado con la esperanza de conocer a una mujer con la que vivir una apasionada aventura que duraría lo que el trayecto. Mi preferido era el tren, especialmente un tren nocturno. En un avión la intimidad es más difícil, y en autobús, imposible. En cambio, el coche cama, el clásico wagon lits, es el escenario adecuado. La mañana del día del viaje con el que arranca esta historia, el primer día del mes de junio de 2004, jueves, comenzó tras el sonido estridente del despertador que me hizo saltar de la cama a las seis y media para embarcar en el tren que salía a las ocho menos cuarto de la estación de Chamartín. Se anunciaba un día caluroso, como suelen ser los de Madrid en esta época del año. Yo caminaba por el andén en busca de mi vagón cuando la vi de espaldas, avanzando con su troller, una mujer que se movía como una pantera, con esa elegancia felina que sólo es posible lucir desde unas sensuales caderas. Era casi tan alta como yo, de pierna atlética y muslos llenos y bien ceñidos por una falda estrecha, un trasero que se adivinaba espléndido a pesar de hallarse medio velado por el faldón de la chaqueta, la espalda recta y fuerte, los hombros marcados, el cuello orgulloso, el pelo recogido y sujeto en la nuca: una mujer de bandera, como solíamos decir en tiempos. La seguí hipnotizado hasta que sobrepasó el último vagón de clase turista y se dirigió a los de clase preferente. Yo volví sobre mis pasos, maldiciendo el ataque de tacañería que me hizo adquirir billete de clase turista, que no era sino el resultado de haber sido despedido una semana antes de mi trabajo como periodista de investigación en un semanario de actualidad de cuyo nombre no quiero acordarme. El semanario se cerraba y mi contrato con él. Mi destino era la ciudad de G... a orillas del Cantábrico, invitado a pasar una semana de relajo por un viejo amigo que había emigrado unos años antes y abierto un bar para huir de la ciudad ajetreada e histérica en que se había convertido Madrid.

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