sábado, 25 de noviembre de 2017

EL OJO DE JADE


Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por la detective privada, Mei Wang que trabajaba como policía en el Ministerio de la Seguridad Pública y tuvo que renunciar a su cargo al sufrir el acoso de un importante cargo del ministerio.

La China moderna a través de los casos de una detective muy particular, un despacho "ilegal" en el que Mei y su ayudante resuelven casos y viven una vida muy diferente a la que habían soñado.
Interesante esta novela que nos muestra un mundo muy diferente, la China que renace tras años oscuros y no acaba de encontrar el camino, esclava de la Revolución Cultural y ansiosa por incorporarse a otro mundo que se le escapa entre los dedos, un resurgir lastrado por la corrupción y los usos de otras épocas, otros gobiernos, otra cultura. Interesante.
Os dejo un enlace en el que podréis conocer a la autora y leer un fragmento de la novela:
http://www.siruela.com/catalogo.php?id_libro=1105

Sinopsis (Ed. Siruela)
La moderna y emprendedora Mei acaba de abrir una agencia privada de detectives en pleno corazón de Pekín. Esta mujer joven es un símbolo evidente del gran cambio cultural y económico que está viviendo China. Al volante de su Mitsubishi rojo, y con un hombre como secretario, Mei está preparada para su nuevo trabajo. Cuando un cliente le pide que encuentre un valioso jade de la dinastía Han sustraído de un museo en plena Revolución Cultural, Mei se verá obligada a profundizar en ese oscuro periodo de la historia de China. La investigación de Mei revela una trama que tiene mucha más relación con el pasado y la historia de su propia familia de lo que podría haber esperado. Esto la llevará a la trastienda de Pekín y a un secreto tan bien guardado que, desenterrarlo, amenazará con destruir lo que Mei consideraba sagrado...

El ojo de jade (fragmento)

En el rincón de un despacho, en un anticuado edificio del distrito Chongyang de Pekín, el ventilador runruneaba ruidosamente, como un anciano enfadado con su propia impotencia. Mei y el señor Shao estaban sentados con un escritorio de por medio. Los dos transpiraban copiosamente. Fuera, el sol apretaba, cociendo el aire hasta hacer de él un bloque de calor sólido.
El señor Shao se enjugó la frente con un pañuelo. No había querido quitarse la chaqueta.
–El dinero no es problema –se aclaró la garganta–. Pero tiene usted que ponerse a ello inmediatamente.
–Estoy trabajando en otros asuntos en este momento.
–Quiere que le pague algo más, ¿no es eso? ¿Quiere un anticipo? Puedo darle mil yuanes ahora mismo –el señor Shao se buscó la cartera–. Lanzan las imitaciones más rápido de lo que puedo sacar el producto auténtico, y venden a menos de la mitad que yo. Me he pasado diez años haciéndome un nombre, diez años de sudor y sangre. Pero no quiero que hable con sus viejos amigos del ministerio, ¿me comprende? No quiero a la policía en esto.
–No estará usted haciendo nada ilegal, ¿verdad? –Mei se preguntaba por qué estaba tan deseoso de pagarle un anticipo. Era algo muy poco habitual, especialmente en un hombre de negocios tan astuto como el señor Shao.
–Por favor, señorita Wang, ¿qué es legal y qué no en estos tiempos? Ya sabe lo que dice la gente: «El Partido tiene estrategias y la gente tiene contraestrategias» –el señor Shao observaba a Mei con sus finos ojos–. La medicina china parece cosa de magia. El reglamento es para productos que no funcionan. Los míos curan: por eso los compra la gente.
Soltó una risita. Eso no alivió la tensión. Mei no lograba decidir si era un inteligente hombre de negocios o un bandido.

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