sábado, 25 de noviembre de 2017

EL BESO DEL DIABLO



Novena entrega de la serie de novelas protagonizadas por Marian Dahle y Cato Isaksen,  dos policías que trabajan en la comisaría de Grønland en Oslo, Noruega.

También la protagonista de esta novela (la cuarta entrega publicada en español) es una mujer, una joven adoptada, decidida y complicada, que lucha en un mundo de hombres para reivindicar su carácter especial y asumir su pasado, presente y futuro en un país tan diferente al suyo y rodeada de personas distintas.
No es que esta serie escrita por la noruega Unni Lindell sea el colmo de la originalidad pero tiene el plus de presentar un protagonista masculino Cato Isaksen, absolutamente insoportable y una protagonista femenina (la verdadera protagonista) Marian Dahle que aporta un punto de vista diferente, el de una mujer en "tierra extraña", creo que puede dar, todavía, muchas sorpresas.

Sinopsis (Ed. Siruela)
Tras un extraño incidente de tráfico, Vivian Glenne, una mujer que vive con sus tres hijos y con Roy Hansen, padre de los dos más pequeños, sale esa misma noche a buscar una flor para su hijo Kenneth. A la mañana siguiente, su ­cadáver aparece brutalmente golpeado. Cato Isaksen y Marian Dahle inician la investigación interrogando a ­Birgit y Frank, los claustrofóbicos vecinos de ­enfrente.  A su vez Dan, hijo mayor de Vivian, decide indagar por su cuenta con su amigo Jonas. La red de sospechosos que surge los arrastrará por caminos equivocados y Cato ­Isaksen y la inestable Marian Dahle tendrán muy poco tiempo para resolver este misterioso caso. Si no lo hacen rápido, habrá más muertes.

El beso del diablo (fragmento)

s.f@com.no
Bandeja de borradores
Jueves, 14 de julio 18:04
¡Besas como el mismo diablo! ¡Pero te detesto! Porque ahora sé que yo no era el único, éramos muchos. Estoy helado, como si me estuviera pudriendo por dentro. ¡Deseo que todo te salga mal!
He llorado por primera vez desde que era niño. Te quería para mí solo, para siempre. Ahora parece estúpido, pero yo deseaba que fuéramos tú y yo. Te reíste cuando te lo dije, pero yo pensaba que estaríamos juntos tanto tiempo que yo me encogería y me quedaría calvo, y tú tal vez enfermarías.  He soñado con eso, porque así estarías atada a mí. ¿Por qué tengo que comer de tu mano como un perro que adora a su amo? Vas muy escotada y llevas zapatos de tacón, o botas altas, y te embadurnas de maquillaje. La diferencia de edad lo hacía aún más emocionante, pero, en realidad, no tengo mucho más que decir. Es evidente que para ti todo esto no significaba nada.
Recuerdo la primera vez. Empujaste el parque del niño hasta pegarlo a la pantalla de la televisión. Estábamos en diciembre. A día 5, para ser exactos. En la programación infantil emitían un nuevo episodio de «El calendario de Adviento». El número 5 brillaba cubierto de purpurina roja. Tu hijo estaba allí plantado, con el chupete puesto, mirando fijamente el televisor.

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