sábado, 25 de noviembre de 2017

LOS HIJOS


Dice Gay Talese que "todo emigrante es un desertor" y que "nunca se ha sentido, del todo, americano"; estas dos afirmaciones se superponen y se explican en el auténtico "novelón" que es Los hijos, historia autobiográfica y novelada de la familia Talese (y sus parientes), desde el profundo sur italiano hasta el gélido norte estadounidense.
Talese nos guía por nacimientos, matrimonios, divorcios, a...bandonos, muerte y, sobre todo, emigración, Los acontecimientos más relevantes del siglo XX y sus repercusiones sobre la familia del escritor, en una peripecia vital que bien vale una novela.
Se nota la mano del periodista en las prolijas descripciones que, en ocasiones, hacen el libro un tanto tedioso; y se nota la mano del escritor en los sentimientos y la poesía.
La lectura de Los Hijos es agradable pero un poquito larga.....¡
Os dejo una entrevista con el escritor, publicada por La Vanguardia en junio del pasado año:
http://www.lavanguardia.com/cultura/20140613/54408978818/gay-talese-todo-emigrante-es-un-desertor.html

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
La obra monumental de Gay Talese, inédita en español, llega a los lectores. De la región de Calabria, mucho antes del xix, a las sastrerías de París, de las trincheras de la Primera Guerra Mundial al paseo marítimo de Ocean City, de Garibaldi a Joe DiMaggio, de Lucky Luciano o Sinatra al menor de los Talese: Los hijos desgrana la odisea de una familia y, a través de ella, la de los millones de emigrantes italianos que llegaron a los Estados Unidos en el despertar de un siglo que cambiaría el mundo. Gay Talese avanza puntada a puntada en una épica historia de lazos de sangre, amores y desencuentros, tensiones políticas y vínculos con un pasado que se desvanece y un futuro lleno de promesas. de una familia italiana que abarca tres generaciones, dos continentes y dos guerras mundiales escrita por “el mejor autor de no ficción de América.

Los hijos (fragmento)

1.En invierno la playa estaba fría y solitaria, y la isla quedaba humedecida por las gélidas rociadas de las olas del océano que azotaban implacables los malecones, y las vigas cubiertas de algas que sustentaban las casas blancas situadas sobre las dunas crujían tan silenciosas como los cangrejos que reptaban a su lado.
El paseo marítimo, que en verano era un lugar festivo de parejas bronceadas y globos infantiles, de melodías de tiovivo y luces de colores que giraban por la noche en la noria, en invierno quedaba ocupado por centenares de gaviotas que se posaban sobre la barandilla de hierro encarada al viento. Cuando no descansaban, se pavoneaban delante de las puertas cerradas de las tiendas ahora vacías, o describían círculos por el cielo, con una almeja en el pico que pronto dejarían caer sobre el paseo marítimo con un ruido de salpicadura. A continuación bajaban en picado y se lanzaban sobre la carne expuesta, picoteando y tirando hasta que no quedaban más que las esquirlas irregulares, saladas y blancas de las conchas vacías.

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