viernes, 24 de noviembre de 2017

LA BRISCA DE CINCO


Primera entrega de la serie de novelas Bar Lume.

RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 19 de Diciembre de 2014.
Cuatro viejecitos nada adorables, un camarero con unas costumbres muy peculiares sobre lo que necesitan tomar sus clientes, un policía extremadamente tonto, un forense, una camarera de buen ver, un cadáver, unos cuantos sospechosos, secundarios aparentes...,  nada nuevo bajo el sol.
Como tengo la trilogía en una edición completa de un solo libro, intentaré acabarla del todo pero necesita mejorar aunque no suspende.
Se salva por las peculiaridades de los personajes principales, quizás excesivamente pintorescas y trilladas pero que le dan su chispa.
Veremos.

Sinopsis (Ed. Destino)
De un contenedor de basura en un aparcamiento periférico asoma el cadáver de una chica jovencísima. Estamos en un pueblo de la costa de Livorno, el imaginario Pineta, convertido en una localidad balnearia de moda: donde estaba el bar con petanca han puesto un discopub al aire libre, en la pineda hay un gimnasio exterior de body-building y ya no hay bancos, sólo aparcamientos para las motos. El homicidio parece ser un asunto de droga y sexo, y las sospechas recaen sobre dos amigos de la víctima, malcriada hija de buena familia de licenciosa conducta.
Pero la casualidad quiere que, por amor al cotilleo y para matar el tiempo, el grupo de los viejecitos del Bar Lume comience a hablar sobre el crimen, a discutir, a reñir y, por último, a indagar. El propietario del bar, Massimo, nieto de uno de ellos, se acaba erigiendo como el verdadero y desganado investigador, al que los jubilados, como un coro griego, discuten sus intuiciones, las desmontan y las perfeccionan, pasándolas por un cómico cedazo de irreverencias, y convirtiendo la investigación, más allá de la intriga policíaca, en una expresión de testaruda supervivencia de los habitantes del pueblo frente a la devastación del consumismo turístico modelado por la televisión
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La brisca de cinco (fragmento)


PrólogoCuando empiezas a tambalearte sobre las piernas; cuando te enciendes otro cigarrillo para que pasen otros cinco minutos (aunque la garganta te arda y tengas la boca tan pastosa que parece que te hayas comido un neumático) y que así también los demás se enciendan uno y os quedéis ahí todavía un rato; en fin, cuando todo eso ocurre, ha llegado verdaderamente la hora de irse a la cama.
Eran las cuatro y diez de la mañana en pleno agosto y tres chicos estaban de pie junto a un Micra verde. Habían bebido más de lo estrictamente necesario; el propietario del Micra, más que los otros, que trataban de convencerlo de que no condujera.
—A ver, ya te llevo yo a casa — decía el más bajo de los tres, que llevaba el pelo rapado salvo en la coronilla, lo que le confería el aspecto de una palmera—. Dejas el coche aquí y te llevo yo.

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