sábado, 25 de noviembre de 2017

COMO LA SOMBRA QUE SE VA


He leído en algún lugar que esta última novela de Muñoz Molina va desde la introspección hasta los "tintes policíacos" y con la primera afirmación puedo estar de acuerdo, no así con la segunda ya que poca literatura policíaca se puede hacer con hechos mil veces narrados y de los que tod@s conocemos el final; no tiene ni el ritmo ni la intención de novela policíaca o eso es lo que me ha parecido. Y...o he leído en esta novela la historia de tres hombres, profundamente solos, dos muertos y uno vivo, tres hombres cuyas vidas pudieron cruzarse en algún momento de profunda soledad, tristeza e infelicidad. Introspectiva?, puede ser, yo más bien la veo penitente en lo que se refiere al autor, con esa intención de que los "pecados" que se cuentan en voz alta, dejan de serlo....
Me ha gustado porque me encanta el estilo narrativo de Muñoz Molina, su dominio del lenguaje, sus referencias literarias y musicales, sus historias que esconden historias. La descripción de las ciudades es, también, sobresaliente, teniendo en cuenta que hablamos de Lisboa, Granada, y el profundo sur norteamericano.
En la parte negativa, he de decir que tardé casi 100 páginas en "coger" el ritmo, que le sobran algunas páginas finales y que si la exhibición de la tristeza y la soledad tienen un alto valor literario, el alarde de felicidad desmerece un poco el conjunto.

Sinopsis (Ed. Seix Barral)
La nueva novela de Antonio Muñoz Molina. Una ciudad. Un magnicidio. Una obsesión. La huida del asesino que no pudo matar un sueño de libertad.
El 4 de abril de 1968 Martin Luther King fue asesinado. Durante el tiempo en que permaneció en fuga, su asesino, James Earl Ray, pasó diez días en Lisboa tratando de conseguir un visado para Angola.
Obsesionado por este hombre fascinante y gracias a la apertura reciente de los archivos del FBI sobre el caso, Antonio Muñoz Molina reconstruye su crimen, su huida y su captura, pero sobre todo sus pasos por la ciudad. Lisboa es paisaje y protagonista esencial en esta novela, pues acoge tres viajes que se alternan en la mirada del escritor: el del prófugo Earl Ray en 1968; el de un joven Antonio que en 1987 parte en búsqueda de inspiración para escribir la novela que lo consagró como escritor, El invierno en Lisboa, y el del hombre que escribe esta historia hoy desde la necesidad de descubrir algo esencial sobre estos dos completos desconocidos.
Original, apasionante y honesta, Como la sombra que se va aborda desde la madurez temas relevantes en la obra de Antonio Muñoz Molina: la dificultad de recrear fielmente el pasado, la fragilidad del instante, la construcción de la identidad, lo fortuito como motor de la realidad o la vulnerabilidad de los derechos humanos, pero cobran aquí forma a través de una primera persona completamente libre que indaga de forma esencial en el proceso mismo de la escritura.

Como la sombra que se va (fragmento)

He pasado demasiadas horas su­mergido en su vida, días ya, desde que llegué a Lisboa. Basta teclear unos segundos en el portátil para internarse en los archivos donde se conserva el testimonio de casi todas las cosas que hizo, los lugares donde estuvo, los de­litos que cometió, las cárceles en las que cumplió condena, hasta los nombres de mujeres con las que pasó una noche, o con las que tomó algo en la barra de un bar. Sé qué revistas y qué novelas leía y de qué marca era la bolsa de galletas saladas que dejó abierta y a medio consumir en una habitación alquilada de Atlanta en la que no llegó a inscribirse en el registro, porque el dueño estaba tan borracho que no se lo pidió. Páginas fotocopiadas y esca­neadas de expedientes viejos contienen la lista de las prendas de ropa sucia que entregó en una lavandería de Atlanta el 1 de abril de 1968 y recogió la mañana del 5 de abril o el informe forense sobre la trayectoria de la bala que disparó la víspera, el día 4, en Memphis, en el cuar­to de baño de una casa de huéspedes, apoyando en el al­féizar el cañón de un rifle Remington 30.06, o la declara­ción del cirujano plástico que le operó la punta de la nariz en Los Ángeles, o la copia de una huella dactilar que dejó en un cupón de compra por correo recortado de una revista de fotografía.



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