jueves, 31 de agosto de 2017

UNA MUERTE IMPERCEPTIBLE


Segunda entrega de la serie protagonizada por la enfermera Nina Borg.

La enfermera danesa Nina Borg, tiene posibilidades, peeero......si ya se atisbaba en la primera novela en esta segunda se confirma que "cuatro manos no escriben mejor que dos", es verdad que los temas que se abordan van mucho más allá de la novela negra clásica, en este caso:
Países del este de Europa, Inmigración ilegal, tráfico de personas, material radiactivo, racismo, terrorismo....quizás demasiados temas para que la novela sea ágil.
Repito, tiene posibilidades pero quizás habrán de pulir el engarce entre las actividades de Nina Borg (ágil y entretenido) y el resto (más lento y farragoso).
Me la he leído rápidamente y las autoras tendrán otra oportunidad, creo que el personaje lo merece¡¡¡

Sinopsis (Ed. Maeva)
Cuando Sándor, un joven gitano de Hungría, es expulsado de la universidad por haber husmeado en páginas ilegales de tráfico de armas en Internet, sabe que su hermano Tamás se esconde detrás de todo esto, y emprende un viaje a Copenhague en su búsqueda. Allí, la enfermera de la Cruz Roja Nina Borg no pasa por su mejor momento personal, pues tiene una relación muy tensa con su hija adolescente y su marido. Pero cuando una epidemia radiactiva en un insalubre campamento de refugiados gitanos amenaza con llegar a ser una catástrofe aún mayor, inicia una arriesgada investigación que tendrá consecuencias inesperadas en su vida.

Una muerte imperceptible (fragmento)

Prólogo
Norte de Hungría

"–Igual encontramos una pistola –dijo Pitkin apuntando con el dedo hacia la garita de vigilancia que había junto a la entrada–. ¡Fiiiiu!
–O una metralleta –sugirió Tamás justo antes de disparar con un arma imaginaria apoyada en la cadera–. ¡Ratatatatatatatatatata!
–¡O un tanque!
–No, los tanques se los llevaron –replicó Tamás en un arrebato de realismo de lo más inoportuno. –Pues una granada –aventuró Pitkin–. ¿No crees que pueden haberse dejado una olvidada por alguna parte?
–Nunca se sabe –contestó su amigo para no terminar de aguarle la fiesta del todo.
Acababa de anochecer. Había sido un día pasado por agua y aún se respiraba la humedad en el ambiente. Si no hubiera dejado de llover, probablemente se habrían quedado en casa, pero estaban allí y, aunque todo aquello de las pistolas, las metralletas y las granadas no acababa de creérselo, Tamás sentía bullir la emoción en su interior como si su estómago fuese un enorme refresco de cola recién agitado.
Aunque el viejo recinto militar estaba vallado, hacía ya tiempo que el solitario vigilante nocturno había claudicado ante las hordas de traperos y ladrones de chatarra, y no salía de su garita –el único edificio que aún disponía de electricidad y agua–, donde pasaba las horas viendo la tele en un pequeño aparato en blanco y negro que se llevaba consigo todas las mañanas al acabar la guardia. Había llegado a abrir fuego contra los hermanos de Rako, que planeaban robárselo, y eso con el tiempo le había hecho ganarse cierto respeto. En aquellos momentos vivían en una especie de coexistencia armada: los dominios del vigilante se extendían por la garita y zonas limítrofes; es decir, la entrada y la parte de la valla que daba a la calle, y por allí no asomaban la nariz ni los rateros locales más emprendedores."

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