miércoles, 30 de agosto de 2017

UNA CUESTIÓN DE SANGRE


Decimocuarta entrega de la serie protagonizada por el comisario John Rebus de St Leonard en Edimburgo.
Rebus, trasciende al héroe de novela negra, cada uno de sus casos es una lección de historia de Escocia y, sobre todo, de historia humana.
Me ha encantado¡¡¡¡

Sinopsis (Ed. RBA)
Una pequeña localidad del norte de Escocia sufre la mayor tragedia que sus habitantes recuerdan: un ex militar irrumpe en el colegio y mata a sangre fría a dos de sus alumnos, de tan solo diecisiete años. Semejante acto de locura desconcierta al inspector John Rebus, que se traslada hasta el lugar de los hechos para investigar el móvil del crimen.

Una cuestión de sangre

"– No hay misterio -dijo la sargento detective Siobhan Clarke-. Herdman perdió la chaveta.
Estaba sentada junto a una cama del recién inaugurado hospital Royal Infirmary de Edimburgo, un gran edificio al sur de la ciudad, en una zona llamada Little France, construido sobre un solar muy caro, y del que ya comenzaban a registrarse quejas por falta de espacio para enfermos y de sitio para aparcamiento. Siobhan había logrado encontrar un hueco en un lugar prohibido, y fue lo primero que le comentó al inspector John Rebus al llegar. Rebus tenía las manos vendadas hasta las muñecas. Le sirvió un poco de agua templada y él ahuecó las manos para llevarse el vaso de plástico a la boca con cuidado mientras ella le observaba.
– ¿Has visto? No he tirado ni una gota -comentó bromeando.
Pero al intentar dejarlo en la mesilla lo estropeó todo. Le resbaló entre las manos y la base rozó el suelo. Siobhan lo cogió al vuelo.
– Buena parada -añadió Rebus.
– Bah, estaba vacío; no habría caído nada.
A partir de aquel momento Siobhan sólo dijo lo que los dos sabían no eran más que banalidades eludiendo ciertas preguntas que ansiaba plantearle, explayándose simplemente en pormenores sobre la masacre de South Queensferry.
Tres muertos. Un herido. Una tranquila ciudad costera al norte de Edimburgo. Un colegio de pago mixto para alumnos entre cinco y dieciocho años. Seiscientos matriculados, ahora dos menos.
El tercer cadáver era el del asesino, que se había volado los sesos. Ningún misterio, como decía Siobhan.
Salvo el móvil.
– Era como tú -añadió-. Quiero decir que era militar retirado. Creen que el móvil fue su resentimiento contra la sociedad.
Rebus advirtió que mantenía las manos con firmeza en los bolsillos de la chaqueta, y se imaginó que en ese momento, inconscientemente, estaría apretando los puños.
– Los periódicos dicen que tenía un negocio -comentó él.
– Tenía una lancha motora. Llevaba a gente a hacer esquí acuático.
– ¿Y era un resentido?
Ella se encogió de hombros. Rebus sabía que estaba deseando tener una oportunidad para meter la nariz, cualquier pretexto con tal de apartar su mente de la otra investigación, interna y con ella de protagonista.
Siobhan miraba en ese momento a la pared por encima de la cabeza de él como si le interesara algo más que la pintura y el aparato de oxígeno.
– No me has preguntado qué tal estoy -dijo Rebus.
– ¿Cómo te encuentras? -dijo ella volviendo la vista hacia él.
– Estoy harto de estar aquí. Gracias por tu interés.
– Sólo estás aquí desde ayer por la noche.
– A mí me parece más.
– ¿Qué han dicho los médicos?
– Hoy todavía no me ha visto nadie. Me da igual lo que me digan, esta tarde me marcho.
– ¿Y después qué?
– ¿Qué quieres decir?
– No puedes volver a la comisaría -añadió observando fijamente las manos vendadas-. ¿Cómo vas a conducir o escribir informes? ¿Y coger el teléfono?
– Me las arreglaré -repuso Rebus mirando en derredor para eludir a su vez los ojos de ella.
Estaba rodeado de hombres de su edad con la misma palidez grisácea. Era evidente que la dieta escocesa había hecho estragos en ellos. Un tipo tosía por un cigarrillo. Otro parecía tener problemas respiratorios. Era la masa de carne prototipo del bebedor edimburgués. El hígado hinchado y exceso de peso. Rebus levantó el brazo para pasárselo por la mejilla izquierda y notó que la tenía rasposa. Su barba tendría el mismo color gris plateado que las paredes de la sala."

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