jueves, 31 de agosto de 2017

EL NIÑO DE LA MALETA


Primera entrega de la serie protagonizada por la enfermera Nina Borg.

Es sorprendente lo que cuatro días de vacaciones pueden suponer para la voracidad lectora......al mismo tiempo que El jilguero y Cien años de soledad, algo ligero para leer al sol!
Y qué mejor que una trama sombría, una trama en la que el tráfico de personas, la infancia desgraciada, la caída de la URRSS y la arrogancia del "primer mundo" se mezclan sin tregua.
La  he devorado en un par de tardes "santas".
Prometedora la protagonista Nina Borg, enfermera, solidaria, imperfecta y huidiza, creo que me gustará leer más libros con esta protagonista, es nórdica pero supone un cambio con respecto a tanto policía alcohólico y atormentado (tiene su parte de tormento pero.... promete, promete mucho¡¡¡¡). Bien, resumiendo, más negra nórdica para alimentar al monstruo, recomendable¡

Sinopsis (Ed. Maeva)
Nina Borg, una enfermera entregada y con una gran conciencia social, ve cómo la estabilidad de su vida se tambalea cuando recibe la llamada de Karin, una amiga también enfermera que le pide un favor aparentemente sin complicaciones: que vaya a recoger una maleta en la estación de trenes de Copenhague. Su sorpresa es mayúscula cuando, al abrir la maleta, descubre que contiene... un niño. Al mismo tiempo, en Lituania, el pequeño Miklas ha sido secuestrado. Su madre, Sigita, se despierta en un hospital con claros síntomas de intoxicación etilíca. Ella no recuerda haber bebido, pero la policía no le cree. Ante la insistencia de Sigita y el descubrimiento de pruebas que respaldan su versión, las autoridades lituanas no tendrán más remedio que tomarse muy en serio su denuncia. Por otro lado, Nina se ve muy pronto atrapada por una peligrosa red criminal que pone en peligro su propia vida.

El niño de la maleta (fragmento)

"Mantuvo la puerta abierta con el trasero mientras tiraba de la maleta hasta meterla a rastras en las escaleras del aparcamiento. El sudor le corría por la espalda y le empapaba la camiseta. La temperatura interior del edificio era mínimamente más fresca que la del cegador infierno de Nyropgade, la calle que había afuera, pero a cambio todo apestaba a hamburguesería mohosa porque alguien había dejado los restos de un menú tirados en un escalón.
Una vez en el sótano del aparcamiento, arrastró la maleta por detrás de unos contenedores hasta un punto donde calculaba que las cámaras de seguridad no la verían. No quería meterla en el coche sin saber qué contenía. No estaba cerrada con llave, solamente tenía echadas dos aldabillas y llevaba una resistente correa alrededor. Le temblaban las manos, una de ellas aún sin sangre después de acarrear aquel peso tan poco manejable durante tanto rato, pero abrió los cierres y levantó la tapa.
Dentro de la maleta había un niño, un niño rubio desnudo, flaco y menudo de no más de tres años. El susto la impulsó a retroceder hasta la áspera pared de plástico del contenedor. El pequeño tenía las rodillas flexionadas a la altura del pecho e iba doblado como si fuera una camisa; de otro modo no habría cabido. Tenía los ojos cerrados y a la luz de los tubos de neón su piel había adquirido un brillo pálido. Sólo al ver que entreabría levemente los labios se dio cuenta de que estaba vivo." 

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