domingo, 13 de agosto de 2017

MUERTE BLANCA


Octava entrega de la serie de novelas protagonizadas por Marian Dahle y Cato Isaksen  dos policías que trabajan en la comisaría de Grønland en Oslo, Noruega.

Tercera novela de esta serie negra-nórdica-noruega, protagonizada por la agente Marian Dahle y el comisario Cato Isaksen.
Negra nórdica pura y dura¡¡¡¡ y un poquito más, relaciones paterno-filiales, oscuros secretos, venganzas e inmigración en el paraíso.
Muy entretenida y la que más me ha gustado de las tres que he leído de esta autora.

Sinopsis (Ed. Siruela)
Kari Helene Bieler, una joven con problemas de sobrepeso, está comprando en una pastelería cuando ve caerse una magdalena y volar el azúcar glas de encima. En ese instante recuerda qué fue lo que ocurrió realmente dieciséis años atrás, cuando su hermano pequeño Gustav, siendo aún un bebé, murió. Esta revelación enfrentará a sus padres, John Gustav y Greta, y desencadenará una espiral de hechos espantosos, entre los cuales se encuentran los asesinatos del director de la Policía Judicial, Martin Egge, y los de varias mujeres inocentes. El secreto que rodeaba a la muerte del bebé permitió que, durante muchos años, un auténtico psicópata haya pasado totalmente desapercibido llevando una doble vida. Al amparo de estos hechos, un asesino implacable se siente impulsado a ejecutar una sádica venganza. La policía deberá enfrentarse a unos misteriosos crímenes excepcionalmente difíciles de resolver. El pasado de la joven agente Marian entra a formar parte del caso de una forma muy directa, y su relación personal y profesional con el responsable de la investigación, Cato Isaksen, se verá sometida a una dura prueba.

Muerte blanca (fragmento)

"El director de la Policía Judicial, Martin Egge, caminó deprisa hacia su Audi. El viento helado llegaba de todas partes y levantaba su cabello gris. Era 28 de diciembre. Las 12:40. El coche estaba aparcado junto al muro, que tenía brotes de pino. La nieve en polvo se deslizaba sobre el suelo, acumulándose junto a los cimientos de la sede de la Policía Judicial. Los marcos de acero de las ventanas alargadas estaban cubiertos de escarcha.
Entró en el coche y dio marcha atrás lentamente, se reclinó en el asiento y miró la fachada de ladrillo antes de salir de la zona. El edificio era grande. Daba cabida a quinientas personas, pero hoy no había casi nadie trabajando.
En la carretera principal sintió la desagradable inquietud que se había enquistado en su interior. Tenía frío y subió la calefacción. El aire aún frío de los respiraderos le atravesó el rostro.
Kari Helene, la hija de 24 años de uno de sus mejores amigos, acababa de enviarle un sms. Tengo que hablar contigo, Martin. Te voy a contar lo peor de todo. «Por fin», pensó él. Llevaba mucho tiempo intentando contarle algo. ¿Qué sabía en realidad? Le devolvió la llamada y le dijo que se acercara a su casa, pero entonces ella tuvo pánico, susurró que su madre estaba en casa y que su padre no debía enterarse de nada. Cuando le pidió que le dijera qué pasaba, ella contestó con voz grave y monótona. Ya sabes, el pequeño Gustav... Y ya no dijo nada más.
Tuvo miedo de que ella cambiara de opinión y la convenció para que quedaran al día siguiente después de las doce, en Pascal, donde solía comprar pasteles. Ella respondió que si."

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