sábado, 19 de agosto de 2017

LUNA HELADA


Primera entrega de la serie protagonizada por el policía Kimmo Joentaa, detective en la sección de homicidios de la Policía de Turku (Finlandia). Hombre serio y metódico, triste y solo, muy solo, en una ciudad pequeña con un clima inclemente y oscuros secretos en las hermosas casitas pintadas de colores.

En la oscura Finlandia, un policía especial persigue a un asesino sigiloso....y hasta ahí puedo leer. Gracias Amelia Ruiz, tu recomendación es magnífica.

Luna Helada (Eismond, 2003) es la primera novela publicada por Jan Costin Wagner y en ella debuta el detective finlandés Kimmo Joentaa, un hombre serio, concienzudo, atormentado, un verdadero "héroe del frío".

Me ha gustado el estilo de Costin Wagner, sencillo con un trasfondo complicado en el "paraíso helado" del Norte de Europa donde ni todo es tan bueno, ni todo es lo que parece. Luna Helada es, más que una novela negra, es también, la vida en Finlandia, los sentimientos reprimidos, la gestión del duelo, la mente del asesino y el frío....

Esta serie es, sin duda, un nuevo aliciente para los que nos aficionamos a la negra-nórdica con Beck y Wallander y, todavía no hemos superado la pérdida.

Seguiré leyendo a Jan Costin Wagner y conoceré mejor a Kimmo Joentaa, promete mucho¡¡¡

Luna Helada (fragmento)


PRIMERA PARTE
Capítulo 1


"Kimmo Joentaa estaba solo con ella cuando se durmió.
Se hallaba sentado junto a su cama en la habitación en penumbra, le sostenía la mano y se esforzaba en sentir su pulso. Cuando lo perdía, cuando dejaba de oír su leve respiración, contenía el aliento, se inclinaba hacia ella y aguantaba en silencio hasta recuperar el contacto. Se relajaba, se hundía un poco sobre sí mismo, cuando volvía a sentir en sus dedos las leves pulsaciones bajo su piel.
Miró varias veces el reloj, porque creía que todo había pasado. Se había propuesto establecer el momento de su muerte, sin preguntarse por qué. La idea se le había ocurrido ya días antes, cuando estaba sentado en el banco de espera ante su cuarto, mirando fijamente la puerta blanquísima tras de la cual yacía. Rintanen, el médico que la trataba, le había llevado a un lado antes de entrar a verla con fuertes medicamentos y una sonrisa de ánimo; le había dicho que todo podía acabarse, muy pronto, en cualquier momento.
El ya no se separó de ella, comía junto a su lecho y pasaba las noches en una duermevela intranquila, de la que despertaba sobresaltado a cada minuto, temiendo no estar con ella en los últimos segundos de su vida.
Cuando dormía, veía una espesura de grises sueños.
En los días previos a su muerte, ella empezó a contar historias que él no entendía. Le habló de cuadros que había visto, de un caballo rojo que había montado, y de viajes a los países de su fantasía. Hablaba más para sí misma que para él, y miraba al vacío a través de sus ojos. En una ocasión, le preguntó quién era y cómo se llamaba. El dijo: «Kimmo», y ella formó el nombre con sus labios.
Le acariciaba la mano, la escuchaba, sonreía cuando ella sonreía, y se prohibía llorar en su presencia. Ella le preguntó algunas veces si podía verla cabalgando en el caballo rojo, y él asintió. Rintanen le explicó, a preguntas suyas, que las alucinaciones eran efectos secundarios de los medicamentos.
Ella no sentía dolor alguno."

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