lunes, 8 de enero de 2018

UN LUGAR A DONDE IR


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por Valentina Redondo,  teniente de la Sección de Investigación de la UOPJ (Unidad Operativa de la Policía Judicial) de la Guardia Civil de la Comandancia de Cantabria.

Yo debo ser rara...., porque después del primer fiasco con esta autora, repito y con una novela de más de 500 páginas.
Yo debo ser rara...., porque leyendo las críticas de la novela, a posteriori, todas excepto 2, la ponen por las nubes.
Yo debo ser rara...., porque esta novela me ha recordado a aquellas de 50 páginas que mi madre leía como churros y firmaba una autora asturiana de iniciales C.T. y digo que me ha recordado a esas novelitas baratas en su planteamiento general porque particularmente aquellas eran mejores en su género y sin las pretensiones que a esta le sobran.
He hecho propósito de enmienda y voy a dejar de ser rara porque no leeré más novelas de esta señora cuyo estilo es incalificable:
"Valentina recibió el beso como una inyección de fortaleza; era una mujer fuerte, dura e inquebrantable en su trabajo, pero débil e insegura bajo su coraza personal: pensaba que lo que tenía que ofrecer no era tan especial, ni ella era tan guapa, ni tan perfecta, ni tan femenina”.
Otra de mis frases favoritas:
"Entró en su cabaña con un gesto veloz. En su pecho, en su alma, bombeaba rápido un tambor por corazón”
Ya no quiero "hacer sangre" con la trama (o tramas) plagada de lugares comunes, casualidades, información superflua y repetitiva como si el lector no fuese capaz de deducir nada por si mismo y, lo peor, detalles (más bien kilómetros) de falsa erudición científica tan ridículos como los personajes de la historia.
De todas formas a mi me ha entretenido porque buscando defectos las 520 páginas se me han pasado en un vuelo, reconozco que he hecho un poco de "lectura rápida" pero aun así me he enterado de todo....jeje

Sinopsis (Ed. Destino)
Después del éxito de Puerto escondido, vuelve una de las voces del noir más reveladoras de los últimos tiempos.
Una intriga donde se mezcla la investigación criminal con la vida íntima y familiar.
Han transcurrido varios meses desde que Suances, un pequeño pueblo de la costa cántabra, fuese testigo de varios asesinatos que sacudieron a sus habitantes. Sin embargo, cuando ya todo parecía haber vuelto a la normalidad, aparece el cadáver de una joven en La Mota de Trespalacios, un recóndito lugar donde se encuentran las ruinas de una inusual construcción medieval. Lo más sorprendente del asunto no es que la joven vaya ataviada como una exquisita princesa del medievo, sino el objeto que porta entre sus manos y el extraordinario resultado forense de la autopsia.
Cuando hasta los más escépticos comienzan a plantearse un imposible viaje en el tiempo, comienzan a ocurrir más asesinatos en la zona que parecen estar indisolublemente unidos a la muerte de la misteriosa dama medieval.
Mientras Valentina Redondo y su equipo investigan los hechos a contrarreloj, Oliver Gordon, ayudado por su viejo amigo de la infancia, el músico Michael Blake, buscará sin descanso el paradero de su hermano Guillermo, desaparecido desde hace ya dos años, y descubrirá que la verdad se dibuja con contornos punzantes e inesperados.

Un lugar a donde ir (fragmento)

Oliver Gordon era consciente de haber cambiado radical y deliberadamente el rumbo de su vida, y le caía bien el extraño en que se había convertido. Se sentía satisfecho de sí mismo: sabía que la mayoría de las personas deseaban una llama, un momento brillante en sus vidas, pero muchas se limitaban a envidiar la chispa de otros y a contemplar su brillo desde lejos por pura prudencia. Sin embargo, él había asumido todos los riesgos, y eso le había hecho más fuerte.
Eran las ocho menos cuarto de la mañana de un lunes del mes de febrero de 2014. Oliver preparaba el café, y acompañaba la tarea con un suave silbido, alegre e improvisado, que iba adaptando a la música que sonaba en su reproductor; ahora, James Blunt con su Bonfire Heart, que se amoldaba exactamente a sus pensamientos: por fin había llegado su turno. Sentía que estaba en el lugar correcto, en el momento adecuado y que solo él era el responsable de su situación. Esta libertad de pensamiento, de movimiento, le resultaba tan novedosa que solo en este período de su vida comprendía que antes, incluso en su pasado inmediato, había sido libre solo a medias, porque se había limitado a dejarse moldear por la corriente.
Llevaba ya más de medio año viviendo en Suances, un acogedor pueblo costero que se dibujaba en el mapa de Cantabria entre acantilados, prados y arena. Era londinense de nacimiento, aunque tenía el corazón dividi- do entre Escocia e Inglaterra. Oliver, que había cumplido treinta y seis años, había decidido arrojar por la borda su vida anterior para concederle un margen a la posibilidad de algo mejor, así que había abandonado Inglaterra para empezar de nuevo en Villa Marina, la magnífica mansión colonial que había heredado de su madre y que se encontraba a los pies de la recogida playa de la Concha.

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