martes, 9 de enero de 2018

LA COSTILLA DE ADÁN


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por Rocco Schiavone,  subjefe de policía en la Brigada Móvil de Aosta, en los Alpes italianos.

El subjefe Schiavone aborda su segundo caso, una muerte sospechosa y sigue en su exilio entre la nieve, manifestando a cada paso, su mal humor y esa forma de hacer las cosas que no le granjea simpatías, precisamente...
Me gusta Schiavone¡¡¡

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Forzado a abandonar su querida Roma natal debido a ciertas irregularidades en el desempeño de su labor policial, Rocco Schiavone es enviado al valle de Aosta, que pese a estar situado en la península Itálica, para un meridional como él es lo más parecido a aterrizar en Marte. Rodeado de imponentes montañas, atenazado por un frío glacial y desconcertado ante el carácter circunspecto de los habitantes del lugar, Rocco encara su segundo caso con el mismo talante de siempre, irritable y transgresor hasta el límite de lo permisible, pero imbuido de un profundo sentido de la justicia.
Cuando una mujer es hallada muerta en su casa y, en la penumbra, se extienden las secuelas de lo que en apariencia ha sido un robo violento, el subjefe Schiavone se resiste a la tentación de creer lo evidente. Una serie de coincidencias y divergencias, sumadas a la ambigüedad de algunos personajes, transformará gradualmente el escenario del crimen en una espesa niebla de misterios. Para despejarla, Schiavone pondrá en práctica su contundente método particular, basado en la intuición, la astucia, una inquebrantable lealtad a su gente de confianza y cierta tendencia a tomarse la justicia por su mano. 
Como ya se vislumbró en Pista negra, su primer caso, cada interrogatorio de Schiavone, espoleado por su característico mal humor y su irreductible tenacidad, aviva la curiosidad del lector. Así, la cohesión geométrica de las tramas de Manzini y el desasosiego de su personaje, de una humanidad desbordante han convertido las historias de Schiavone en un éxito sin precedentes en Italia, un fenómeno que va camino de extenderse a todo el continente europeo.

La costilla de Adán (fragmento)

VIERNESEran días de marzo, días que regalan destellos de sol y promesas de la primavera que está por venir. Los rayos, aún tibios, incluso fugaces, colorean el mundo e invitan a la esperanza.
Pero no en Aosta.
Había llovido toda la noche, y las gotas de aguanieve habían martilleado la ciudad hasta las dos de la madrugada. Luego la temperatura había descendido varios grados y claudicado ante la nieve, que cayó en pequeños copos hasta las seis, cubriendo calzadas y aceras. Al alba, la luz del sol había despuntado diáfana y febril, revelando una ciudad blanqueada, mientras los últimos copos revoloteaban y caían en espiral sobre las aceras. Las nubes ocultaban las montañas y la temperatura era de unos pocos grados bajo cero. Después se había levantado inesperadamente un viento hostil que había invadido las calles de la ciudad como una marabunta de cosacos borrachos, abofeteando hombres y cosas.
En vía Brocherel sólo cosas, puesto que la calle estaba desierta. La señal de prohibido estacionar se agitaba, y las ramas de los arbolillos plantados en el asfalto crujían como los huesos de un artrítico. La nieve que aún no había cuajado se levantaba formando pequeños remolinos, y alguna contraventana suelta golpeteaba sin parar. De los tejados de los edificios caían ráfagas de polvo helado que barría el viento.
Irina dobló la esquina de via Monte Emilus con via Brocherel y recibió un bofetón de aire en plena cara.

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