lunes, 8 de enero de 2018

MUERTE HELADA


Séptima entrega de la serie de novelas protagonizadas por el Inspector de la policía escocesa John Rebus.


Cuando ya se han publicado 21 libros de la serie protagonizada por John Rebus, una de nuestras queridas editoriales nos concede el placer de publicar el séptimo de la serie en castellano, eso sí con un título tan desconcertante que te pasas media novela intentando averiguar de donde lo han sacado....., el título original es Let it bleed y los aficionad@s a la serie de Rebus le encontrarán sentido inmediatamente.
Esta novela, publicada en castellano el año en que John Rebus cumpliría 70 años, nos sumerge en la corrupción política más absoluta narrada con la crudeza que caracteriza a Rankin y "resuelta" con la cabezonería que caracteriza a Rebus.
Es verdad que nada nuevo nos cuenta Rankin pero lo cuenta tan bien que he disfrutado enormemente de este Rebus más joven y un Edimburgo tan negro que estremece.
De la política editorial de este país....nada que añadir!!

Sinopsis (Ed. RBA)
Pocos inviernos en Edimburgo han sido tan largos y fríos como este. Pero la temperatura no es lo único que deja helado al inspector John Rebus. De la nada, surgen una serie de extrañas incógnitas para las que Rebus no encuentra respuesta y todas ellas conducen a las altas esferas políticas de la ciudad y del país.
Esta vez, el pesimismo teñido de sarcasmo del inspector Rebus puede estar más justificado que nunca. Esta vez, los culpables pueden encontrarse fuera del alcance de la justicia.

Muerte helada (fragmento)
1
Una noche de invierno, saliendo a todo gas de Edimburgo.
El coche que circulaba delante era perseguido por otros tres, ocupados por agentes de policía. Caía aguanieve en medio de la oscuridad, y el viento soplaba en horizontal. En el segundo coche de policía, el inspector John Rebus apretaba la mandíbula. Con una mano se agarraba con fuerza a la puerta, y con la otra sujetaba la parte delantera del asiento del copiloto. Tras el volante, el inspector jefe Frank Lauderdale parecía haber rejuvenecido treinta años. Estaba claro que disfrutaba de la sensación de poder que le confería conducir a toda pastilla, un poco alocadamente, y se inclinaba hacia delante, casi pegándose al parabrisas.
—¡Los atraparemos! —gritó por enésima vez—. ¡Cogeremos a esos cabrones!
Rebus no pudo abrir la mandíbula lo suficiente para formar una respuesta. No es que Lauderdale fuese mal conductor... De acuerdo, lo era, pero es que además, con aquella lluvia... Cuando bordearon la segunda rotonda en la intersección de
Barnton, Rebus notó que las ruedas traseras perdían adherencia en la resbaladiza superficie de la carretera. Para empezar, los neumáticos no eran nuevos... Probablemente incluso fuesen recauchutados. La temperatura rondaba los cero grados y el aguanieve los esperaba traicioneramente. Habían salido de la ciudad, dejando atrás semáforos y cruces, y allí una persecución automovilística sería más segura... Pero Rebus estaba cada vez más nervioso.
En el coche de delante viajaban dos efectivos uniformados, jóvenes y sagaces, y en el otro vehículo un sargento y un agente. Rebus miró por el espejo retrovisor y vio unas luces. Miró también por la ventanilla... y no vio nada. Allí fuera estaba negro como la boca del lobo.
«No quiero morir en la oscuridad», pensó.

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