jueves, 28 de diciembre de 2017

TRES DÍAS Y UNA VIDA


Vuelvo a Lemaitre como un adicto vuelve a su adicción, a pesar de la decepción que supuso el abandono de un personaje tan exquisito como Verhoeven, no he podido resistirme a leer su última novela.
Y el título lo dice todo, en tres días se determina una vida, en tres días se condiciona el futuro, en tres días se vive por adelantado todo lo que se ha de vivir después.
Más que una novela de suspense..., como las anteriores del autor, es un thriller psicológico que la maestría de Lemaitre transforma en un recorrido angustioso por los sentimientos de un adolescente cuya vida quedará marcada por un accidente mal resuelto. Esta es la coartada de Lemaitre para describir, con su afilada pluma, el ambiente opresivo de un pueblo que está situado en Francia pero podría estar en cualquier lugar del planeta. La peripecia vital de Antoine Courtin ocupa, apenas, 200 páginas pero su profundidad va mucho más allá del papel y nos enfrenta a nuestros fantasmas más ocultos.
Recomendable.

Sinopsis (Ed. Salamandra)
En la historia de la literatura abundan los ejemplos de personajes cuyas vidas se ven irremediablemente afectadas por un breve instante de su pasado. En esta nueva novela que sucede a Nos vemos allá arriba —Premio Goncourt y notable éxito de ventas en castellano—, Pierre Lemaitre retrata con mano maestra la trayectoria vital de un adolescente que, en un fugaz e impremeditado arranque de ira, se ve envuelto en un crimen y debe cargar con el horror y la culpa por el resto de sus días. El relato, dividido en tres momentos espaciados en el tiempo —1999, 2011 y 2015—, es una invitación a acompañar el fascinante proceso de formación de la psique de Antoine Courtin, durante el cual se vislumbra el lacerante destino de una persona que, paradójicamente, ha sido víctima de su propia culpabilidad.
Todo comienza en Beauval, un pequeño pueblo enclavado en una región cubierta de bosques, donde la apacibilidad y belleza del lugar son el contrapunto perfecto a la sucesión de acontecimientos que conforman la trama. Al complejo microcosmos de sus habitantes, no exentos de hipocresía y cinismo, se añaden los ambiguos gestos, los comentarios maliciosos, la maldad y la insidia parapetadas detrás de las buenas intenciones, elementos todos ellos determinantes en la gestación y desenlace de la apasionante historia de Antoine.
Conjugación perfecta entre el Lemaitre literario y el Lemaitre policíaco, Tres días y una vida combina una historia de suspense, donde la tensión no decae en ningún momento, con la riqueza de una prosa que nos sumerge en un mundo de emociones soterradas y nos invita a reflexionar sobre la cara más sombría de la condición humana. En cualquier caso, al final del libro quizá no nos sintamos más sabios, pero sí más conscientes de la dificultad de llevar una vida honesta, gratificante y en paz con uno mismo.

Tres días y una vida (fragmento)

1999

1A finales de diciembre de 1999, una sorprendente serie de sucesos trágicos sacudió Beauval, el más importante de todos, la desaparición del niño Rémi Desmedt. En esa región cubierta de bosques y habituada a un ritmo lento, la súbita desaparición del pequeño causó estupor e incluso fue considerada por muchos de los habitantes como un presagio de futuras catástrofes.
Para Antoine, que estuvo en el centro del drama, todo empezó con la muerte del perro. Ulises. No entremos en los motivos que indujeron al señor Desmedt, su dueño, a darle a aquel mestizo blanco y pardo, patilargo y delgado como un palillo, el nombre de un héroe griego; será un misterio más en esta historia.
Los Desmedt eran vecinos de Antoine, que tenía entonces doce años y le había tomado mucho cariño a ese perro, sobre todo porque su madre se había negado siempre a tener animales en casa; ni perros ni gatos ni hámsteres ni nada, lo ponían todo perdido.
Ulises acudía enseguida a la verja cuando Antoine lo llamaba, a menudo seguía a la pandilla de amigos al estanque o a los bosques de los alrededores y, cuando Antoine iba solo, siempre se lo llevaba con él. Se sorprendía hablándole como a un compañero. El perro inclinaba la cabeza, serio y atento, y salía disparado de pronto, dando por concluida la hora de las confidencias.

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