jueves, 28 de diciembre de 2017

EL BÚHO


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por los inspectores Mia Krüger y Holger Munch, policías en la Unidad de Operaciones Especiales de Oslo (Noruega).

Segunda novela de la serie protagonizada por los policías noruegos Holger Munch y Mía Kruger y....., muy entretenida aunque reproduce casi paso a paso el esquema argumental de la primera novela de la serie,  Viajo sola.
Abusos en la sociedad del bienestar, crímenes del pasado que siempre vuelve, protagonistas atormentados y con tan mala suerte que parece imposible tenerla peor y un final "cogido" con las pinzas de la casualidad que prepara una nueva "entrega"....
Prescindible, pero apta para una tarde de frio!!

Sinopsis (Ed. SUMA)

Tras el éxito de Viajo sola, llega el esperado segundo libro de los inspectores Mia Krüger y Holger Munch.
Suspense en la mejor tradición del género policíaco escandinavo.
«El búho siempre caza de noche. Nadie está seguro en la oscuridad.»
Una adolescente ha desaparecido del centro para jóvenes problemáticos en el que vivía y poco después es encontrada estrangulada en el bosque sobre un lecho de plumas en el centro de un círculo de velas. La unidad de homicidios de Oslo afronta la misión de averiguar lo sucedido y el veterano investigador Holger Munch se sumerge en el caso junto a la inspectora Mia Krüger, que lucha todavía contra sus tendencias suicidas y su adicción a las píldoras y el alcohol. Pero la investigación de lo que a primera vista es un espeluznante asesinato ritual no parece estar yendo a ninguna parte hasta que la unidad recibe nuevos indicios sobre los elementos encontrados en el lugar del crimen. Las plumas pertenecen a un búho... el pájaro de la muerte.

El Búho (fragmento)


Un viernes durante la primavera de 1972, justo cuando el pastor de la iglesia de Sandefjord iba a cerrar las puertas para irse a casa, recibió una visita muy especial que le hizo tomar la decisión de mantener el despacho abierto un rato más.
Nunca antes había visto a la mujer joven, pero conocía muy bien al hombre que la acompañaba. Se trataba del hijo mayor de la persona más querida de la ciudad, un naviero que no solo era una de los empresarios más ricos del país, sino también uno de los pilares de la iglesia, y cuya donación había hecho posible, entre otras cosas, la rehabilitación del gran retablo de caoba, tallado diez años antes. El retablo, obra del escultor Dagfin Werenskiold, mostraba diecisiete escenas de la vida de Jesucristo y el pastor estaba extremadamente orgulloso de él.
La joven pareja tenía una petición muy especial. Querían casarse, pero necesitaban que el pastor llevase a cabo la ceremonia en la intimidad. La petición en sí no era muy extraña, pero las circunstancias resultaban lo suficientemente llamativas como para que al principio el pastor pensara que debía de tratarse de una broma. Sin embargo, conocía bien al naviero y sabía que el viejo era muy religioso y conservador, y después de un rato comprendió que la pareja hablaba en serio. En los últimos tiempos, el naviero había estado muy enfermo y los rumores decían que no le quedaba mucho. El joven que ahora estaba delante de él iba a recibir una importante herencia en breve, pero su padre había impuesto una condición. No debían entrar personas ajenas a la familia en la ecuación. Bajo ningún concepto la mujer con la que su heredero se casara podía tener hijos de matrimonios anteriores. Y ahí residía el problema. Lamentablemente, la mujer de la que el hijo del naviero estaba perdidamente enamorado sí tenía hijos de una relación anterior: una niña de dos años y un niño de cuatro. Los niños tenían que desaparecer y el pastor debía casar a la pareja, para que la mujer cumpliera con las condiciones exigidas por el conservador naviero. ¿Era posible?

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