viernes, 19 de enero de 2018

EL CASO SANTAMARÍA


Resulta que he recurrido a Camilleri para despejar mi cabeza de las "profundidades" de Franzen y me he encontrado con 200 páginas inquietantes como sólo podría escribir un maestro del suspense y la política.
Con una estructura sencillísima y una prosa fluida y fácil, Camilleri describe la corrupción enraizada en la sociedad capaz de arruinar la vida de un hombre bueno e ingenuo en aras de la protección de los poderosos.
Inquietante y real, no me ha servido para despejarme porque me ha dejado un poso amargo, pero me ha encantado!!

Sinopsis (Ed. Destino)
Un thriller excepcional sobre la corrupción en la actualidad del gran maestro de la novela negra y creador del Comisario Montalbano.
¿Quién se esconde tras las grandes corporaciones? ¿Quién mueve realmente los hilos de las grandes operaciones bursátiles? ¿Quién controla a los que controlan la economía? Mauro Assante es el encargado de supervisar la transparencia de los bancos italianos. Casado y con un niño pequeño, pasa el verano solo en la ciudad porque debe elaborar un complicado informe sobre un banco. Sin embargo, durante esos días de trabajo, su rutina se ve turbada: recibe extrañas llamadas, un motorista le persigue, una atractiva chica se equivoca de piso y acaba en su casa, la misma chica con la que volverá a encontrarse dos días después… ¿o quizá no es ninguna casualidad? Mauro se verá envuelto en una turbia trama de intereses que le obligarán a replantearse totalmente su vida.

El caso Santamaría (fragmento)


1Mauro tiene los ojos fatigados. Aparta la mirada de la pantalla, faltan pocos minutos para las siete y media, desde las tres de la tarde trabaja ininterrumpidamente en el ordenador, escribiendo, borrando, reescribiendo y modificando, sopesando cada palabra, cada adjetivo. Para que no lo molesten, ha alzado una barrera de silencio, desconectando el teléfono fijo y apagando el móvil. Incluso ha echado un poco las cortinas y ahora enciende la lámpara de mesa, con la intención de continuar otra media horita. Relee la última frase que ha escrito. No funciona, demasiado retorcida y larga, sería mejor dividirla en dos.
El repiqueteo del timbre ha sido tan breve que Mauro duda si habrán llamado o no. Levanta un momento la cabeza de la pantalla a la espera de que vuelvan a llamar, lo que, sin embargo, no sucede. Ha empezado a releer cuando el sonido se repite. Breve, como el primero, como si la persona que llama temiera lo que está haciendo. Esta vez Mauro se alza, sale del despacho, recorre el pasillo, enciende la luz del recibidor y abre la puerta. Está seguro de que será la anciana baronesa, que habrá bajado del piso de arriba para renovar su invitación a cenar. En cambio, la mujer que ha llamado y que le sonríe es una treintañera alta, rubia, elegante y, sobre todo, muy muy hermosa.
—Aquí estoy — dice—. Puntual como un reloj.
Mauro se ha quedado sin palabras, confundido y sorprendido, no conoce de nada a aquella muchacha. Nunca la ha visto, está seguro. Una mujer así, aunque te la hayas cruzado una sola vez, es imposible de olvidar. Y tampoco puede ser una de las pocas amigas de su mujer, porque las conoce a todas.

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