martes, 19 de diciembre de 2017

A LA MESA


Atraída por la portada y la "solapilla" en la que se califica a la autora como "Una de las grandes damas de la novela negra europea", me traje a casa esta novela de, apenas, 200 páginas y en poco tiempo la he leído.
No puedo decir que no sea entretenida, ni que la autora no escriba bien, pero......, cuando el argumento de una novela no tiene ni el más mínimo viso de realidad, mi interés decrece en proporción directa al número de situaciones increíbles narrada en la misma.
La historia comienza bien, madre soltera, niños pequeños, herencia en una pequeña ciudad de la Bergstrasse y negocio ilegal para comenzar a "levantar cabeza"....., a partir de ese momento todo se vuelve irreal, los sentimientos, los crímenes, la vida de los protagonistas....., todo hasta llegar a un final delirante que, eso sí, está totalmente a la altura del argumento.
¿La recomendaría?, pues..., como experimento no está mal, eso sí, tendré que leer algo mas de Ingrid Noll para comprobar si merece el título adjudicado en la solapa de la novela o sólo es un truco editorial para vender.

Sinopsis (Ed. Circe)
Nelly no ha colmado las expectativas maternas. Primero abandonó los estudios para trabajar como camarera, y luego fundó una familia –sin legalizar– con Matt, un guapo norteamericano metido en asuntos turbios que la abandonó poco después de nacer el segundo hijo de la pareja. Ahora Nelly vuelve a su ciudad natal con los niños cuando una abuela le deja en herencia su casa. Mientras se plantea qué hacer con el local del piso bajo, la casualidad, en forma de amiga de la infancia, brinda a Nelly una oportunidad de conseguir ingresos: montar un restaurante casero –ilegal, desde luego: la burocracia es una molestia costosa– para que almuercen unos cuantos maestros del colegio vecino. El discreto negocio tiene éxito, y pronto se suman nuevos comensales; entre ellos la joven y conflictiva Gretel y su marido, Markus, un atractivo electricista que despierta en Nelly sensaciones casi olvidadas. Los ingredientes ya están en la cocina; sólo queda que la mano experta de Ingrid Noll, gran dama de la novela negra, los combine para crear un plato lleno de vida, ironía y sorpresas, sazonado con una aparición inesperada y, eso sí, dos asesinatos… más o menos voluntarios.

A la mesa (fragmento)

"A fin de estirar al máximo el poco de dinero con que contaban, la anciana preparaba cada tres noches tortitas de requesón, una dulce especialidad sajona que en otro tiempo solía volver locos a los niños. Entretanto, se había convertido con demasiada asiduidad en sustituto de la carne, un recurso pensado exclusivamente para saciar, que Amalia miraba con desprecio. La receta era sencilla: patatas cocidas con piel, peladas y ralladas, bien mezcladas con requesón, un huevo y harina, sazonadas con azúcar y canela, uvas pasas y raspadura de piel de limón, y bien doradas en la sartén con mantequilla fundida. Se servían acompañadas de compota de manzana: en definitiva, un plato económico y sabroso que Ellen, Amalia y tal vez incluso Hildergard empezaban a odiar. Ahorrar iba ligado a renuncias, era raro que se sirviera algún bistec en aquella mesa.”

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