martes, 19 de septiembre de 2017

LA EXCURSIÓN A TINDARI



Quinta entrega de la serie de novelas protagonizadas por el comisario Salvo Montalbano.

RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS, el 8 de Abril de 2014
¿Hacer que tu personaje lea novelas de otro personaje sirve para dar credibilidad al tuyo o para restársela al otro?
Que Montalbano lea a Vázquez Montalbán me chirría como homenaje. Deja a Carvalho como un mero pie de página en la historia de la novela negra.
Eso, o como no encuentro a nadie que sepa cocinar 'caponata' igual es que estoy de mal humor.
De todas maneras, el comisario Salvo progresa adecuadamente: sigue igual de carácter, igual de machista, igual de tenso con las mujeres, igual de soñador e igual de tragón. Vamos, que próximamente toca otra.
Acabé 'La excursión a Tíndari' y sigo encantado con este gruñón.

Ahora, se está mirando con 'Pasaje de las Sombras' de Indridason y con 'Amarillo', el nuevo cómic de Blacksad, el gato antropomórfico. Que pase el siguiente.

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Poseedor de las mejores virtudes del hombre mediterráneo, el comisario Montalbano ha sabido ganarse la simpatía de numerosos lectores con su especial sabiduría para disfrutar de los pequeños placeres y sobrellevar con elegancia el paso del tiempo, sin dejar de lado esa aguda percepción de la realidad, aderezada con la dosis exacta de cinismo, que le permite revelar la cara oculta de las cosas. Toda una filosofía de vida que Andrea Camilleri ha llevado a su máxima expresión con esta novela del inefable inspector siciliano.
Nos reencontramos así con los entrañables personajes que pueblan la imaginaria localidad de Vigàta, en Sicilia: desde Livia, la novia genovesa de Montalbano, hasta Ingrid, su sensual amiga sueca, pasando por el voluntarioso Catarella y Mimì Augello, el fiel subcomisario.
En esta ocasión, sin embargo, el inspector tiene que emplearse a fondo para resolver dos casos que parecen no tener nada en común: el asesinato de un joven y la desaparición de un matrimonio de ancianos durante una excursión a Tindari. Tras profundas reflexiones bajo un añoso árbol, descubre la pista que lo conducirá hasta una siniestra organización con la que más le valdría no haberse topado.

La excursión a Tindari (fragmento)

"En cuanto Fazio se detuvo delante del número 44 de Via Cavour, Davide Griffoabrió la portezuela y cruzó precipitadamente el portal.
—¿Por dónde empezamos? —preguntó Fazio mientras cerraba el coche.
—Por los viejecitos desaparecidos. El muerto ya está muerto y puede esperar.
En el portal se tropezaron con Griffo que estaba volviendo a salir a la velocidad de un pedrusco lanzado con tirachinas.
—¡La portera me ha dicho que esta noche ha habido un homicidio! ¡Uno que vivía en esta casa! Sólo entonces se percató de la silueta del cuerpo de Nenè Sanfilippo dibujada en blanco sobre la acera. Empezó a experimentar fuertes temblores.
—Tranquilícese —le dijo el comisario, apoyando una mano en su hombro.
—No... es que temo...
—Señor Griffo, ¿piensa que sus padres podrían estar implicados en un caso de homicidio?—¿Bromea usted? Mis padres son...
—Pues entonces. No se preocupe porque esta mañana hayan matado a una persona aquí delante. Mejor vamos a ver.
La señora Ciccina Recupero, portera, daba vueltas en los dos metros por dos de su garita como uno de esos osos que enloquecen en la jaula y empiezan a balancearse sobre las patas. Se lo podía permitir porque estaba en los puros huesos, y el poco espacio de que disponía le bastaba y sobraba para moverse.
—¡Dios mío, Dios mío, Dios mío! ¡Virgen santísima! ¿Qué ha pasado en esta casa? ¿Qué ha pasado? ¿Qué mal de ojo le han echado? ¡Aquí hay que mandar llamar enseguida al cura para que venga con el agua bendita!
Montalbano la sujetó por el brazo, o más bien por el hueso del brazo, y la obligó a sentarse.
—No haga teatro. Deje de santiguarse y conteste a mis preguntas. ¿Desde cuándo no ve a los señores Griffo?
—Desde la mañana del sábado pasado, cuando la señora regresó de la compra.
—¿Estamos a martes y usted no se preocupó?
La portera se ofendió.
—¿Y por qué habría tenido que hacerlo? ¡Ésos no le daban confianzas a nadie! ¡Eran unos orgullosos! ¡Y me importa un carajo que el hijo me oiga!¡Salían, regresaban con la compra, se encerraban en casa y en tres días no los veía nadie! Tenían mi número de teléfono: ¡si necesitaban algo, llamaban."

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