jueves, 7 de septiembre de 2017

SOBRE SU TUMBA



Decimoctava entrega de la serie de novelas protagonizadas por el inspector John Rebus.

¿Por qué me gusta John Rebus? será por su individualismo salvaje, por su incorrección política, por su contumacia investigadora, por su libertad absoluta, por su falta de convencionalismo, por su desprecio absoluto hacia los pelotas, por su fidelidad a los amigos, por sus gustos musicales, por su soledad, porque no cae bien a los jefes.......podría seguir durante 100 líneas más, me limitaré a decir que es uno de los grandes personajes de la novela negra y que su vuelta, tras cinco años de orfandad absoluta, me reconforta, espero que esta vuelta sea definitiva, porque Fox no le llega a Rebus ni a la suela del zapato¡¡¡¡
Sobre su tumba, vuelve Rebus y Escocia tiembla de nuevo¡¡¡

Sinopsis (Ed. RBA)Su alergia a todo tipo de autoridad, unos métodos de trabajo que desafían la ética profesional y un apego profundo por la botella condujeron a John Rebus a ser apartado a la fuerza del departamento de policía de Edimburgo. Pero al contrario que el resto de sus compañeros, él no es de los que acepta resignado el reloj de oro con el que se les da puerta y procede mansamente a dedicarse a la jardinería o se compra un perro al que pasear por la playa. Mientras maniobra por la vía burocrática para ser readmitido al haberse ampliado la edad de jubilación, algo de lo que muchos en el cuerpo y en Asuntos Internos no quieren ni oír hablar, pasa los días colaborando como civil con una desatendida unidad que se dedica a volver a examinar casos que en su día fueron cerrados por falta de pruebas. La pobreza de medios y el calamitoso estado de los expedientes convierten la tarea en una frustración constante. Es un destierro en toda regla, al que además le quedan cuatro días, pues sus competencias van a ser transferidas a un súper organismo de ámbito estatal.
El panorama comienza a cambiar el día en que atiende de forma azarosa a una mujer, Susan Hazlitt, madre de una adolescente desaparecida en la Nochevieja de 1999. Esta alberga la teoría de que su hija fue la primera de una lista de varias menores unidas por el hecho de haber sido raptadas en algún tramo de la autopista A9 durante los últimos años. Annette McKie, de 15 años, lleva ausente de su hogar apenas tres días, según informan los medios, pero Susan no duda de que es la víctima más reciente en unirse a tan desafortunado grupo.

Sobre su tumba (fragmento)

1"Se había cerciorado de que no se hallaba demasiado cerca de la tumba abierta.
Entre el hueco y él mediaban prietas filas de dolientes. A los portadores del féretro no los habían llamado por sus nombres, sino por sus números. Eran seis, comenzando por el hijo del difunto. La lluvia no había empezado a caer todavía, pero había pedido cita. El cementerio era bastante nuevo y estaba situado al sudeste de la ciudad. Se había saltado el oficio eclesiástico, al igual que se saltaría también las bebidas y los bocadillos posteriores. Estaba estudiando las nucas de los allí presentes: hombros encogidos, sacudidas, estornudos y carrasperas. Había gente a la que conocía, pero probablemente no demasiada. Se hizo un hueco entre dos asistentes y atisbó el pie de la sepultura. A los lados habían extendido unas telas verdes, como si pretendieran enmascarar la realidad. La gente hablaba, pero no alcanzaba a oírlos a todos. No se mencionó el cáncer. Jimmy Wallace había sido «cruelmente arrebatado», y dejaba viuda, tres hijos y cinco nietos. Los niños debían de estar delante; la mayoría eran lo bastante mayores como para saber qué estaba ocurriendo. Su abuela había emitido un penetrante alarido y le estaban infundiendo ánimos.
Por Dios, necesitaba un cigarrillo.
¿Conocía bien a Jimmy Wallace? Llevaba cuatro o cinco años sin verlo, pero habían trabajado en la misma comisaría hacía una década o más. Wallace era un agente uniformado y no pertenecía al Departamento de Investigación Criminal, pero se podía hablar con él de todos modos: bromas, cotilleos y algún que otro dato útil. Se había jubilado hacía seis años, y fue más o menos entonces cuando llegó el diagnóstico, junto con la quimioterapia y la pérdida de cabello.
Pertrechado de su humor característico...
Puede, pero mejor ser un desgraciado y estar vivo. Notó el paquete de tabaco en el bolsillo y supo que retrocedería unos metros y que tal vez se escondería detrás de un árbol a fumar. Aquella idea le recordó a sus días de colegial, cuando unos almacenes de bicicletas impedían ver nada desde la ventana del director. De vez en cuando llegaba algún profesor pidiendo fuego, un cigarrillo o el maldito paquete entero.
Era una figura muy conocida en la comunidad local..."


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