sábado, 9 de septiembre de 2017

PUERTAS ABIERTAS


Todo en esta novela, que no está protagonizada por Rebus, ni por Fox, es un juego, desde el título hasta el final Rankin juega con los personajes y los lectores; todo es un trampantojo con final imprevisible.
Entretenida pero sin el "enganche" que Rebus logra en sus novelas, para un fin de semana lluvioso y poco más¡¡

Sinopsis (Ed. RBA)
Tres hombres sueñan con un atraco perfecto. Un magnate informático tan rico como aburrido, un irascible profesor de arte y un banquero palpablemente nervioso porque siente que la vida se le va de las manos. Mike, Allan y Robert, un trío de amantes de la pintura que encontrarán la ocasión perfecta para llevar a cabo el sueño de sus vidas: robar en la National Gallery of Scotland. Pero no sólo quieren hacerse con algunas de sus obras favoritas, sino que, además, pretenden que el mundo hable de su hazaña: darán el cambiazo con falsificaciones, copias que sólo tendrán un defecto, un elemento discordante, un emblema contemporáneo. Para su tarea, que pretenden ejecutar con guante blanco, se aliarán con un universitario provocador y un gánster de Edimburgo. No será tan fácil: las aguas turbulentas, la oscuridad de los bajos fondos, se interpondrán en su camino. Quizás las puertas ya no estén tan abiertas.

Puertas abiertas (fragmento)

La puerta abierta estaba a escasos metros y después, la calle, el mundo exterior, espantosamente ajeno a cuanto ocurría dentro de aquel salón de billar abandonado. En el suelo yacían dos hombres robustos en medio de un charco de sangre y había otras cuatro personas sentadas, atadas a la silla de tobillos y manos. Un quinto individuo se arrastraba penosamente como una serpiente hacia la puerta y su novia le dirigía unos gritos de ánimo en el preciso momento en que Odio se adelantó, cerró de golpe la puerta, meta de todos sus sueños y esperanzas, y arrastró silla y ocupante hasta el sitio previo.
—Voy a mataros a todos —exclamó entre dientes aquel hombre con el rostro manchado de su propia sangre.
Mike Mackenzie no lo dudó un solo instante. ¿Qué iba a hacer si no un tipo que se llamaba Odio? Sin dejar de mirar a la puerta, recordó que aquella secuencia de acontecimientos había comenzado inocentemente a partir de un cóctel y una charla entre amigos. Y de la codicia y el antojo. Pero sobre todo a raíz de unas puertas que se abrían y se cerraban.

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