domingo, 6 de agosto de 2017

LA COMEDIA HUMANA


Hoy recomendamos un libro para soñar, una fábula amable que hará las delicias de los aficionados al cine de los años 40, de los aficionados a las películas de Capra.
Através de los ojos de Homer McCauley veremos un mundo irreal, pero mucho mejor que el real, a veces, vale la pena soñar¡
Para los que no conozcan a William Saroyan escritor norteamericano de origen armenio, les dejamos uno de sus cuentos, que les hará reir hasta llorar¡¡¡
http://campus.almagro.ort.edu.ar/admision/articulo/40642/-la-risa-de-william-saroyan

Y para los que quieran empezar con esta novela, un fragmento:

La comedia humana (fragmento)
" Homer miró al anciano para asegurarse de que estaba bien, después fue al mostrador de entregas y cogió el aviso de muerte. Se quedó un momento mirando el telegrama que tenía en la mano, luego abrió el sobre y sacó el mensaje de dentro para leerlo. Volvió a meter el telegrama en otro sobre, lo selló y por fin dio media vuelta y salió de la oficina a la calle bajo la lluvia. El viejo telegrafista se levantó de la silla y siguió al chico hasta la calle. Se quedó allí en la acera y vio cómo el chico avanzaba venciendo la resistencia del viento y de la lluvia. Dentro de la oficina la caja del telégrafo empezó a zumbar, pero el anciano no la oyó. Luego sonó el teléfono, pero el anciano tampoco lo oyó. No entró de nuevo en la oficina hasta que el teléfono hubo dado siete timbrazos.
Quince minutos más tarde, Homer se bajó de su bicicleta delante de una casa grande, vieja y elegante donde se estaba celebrando una fiesta. A través de las ventanas se veía bailar a cuatro parejas jóvenes. El chico se sintió mareado y aterrado. Cogió el camino que llevaba a la puerta y se quedó allí escuchando la música. Movió un dedo hacia el timbre y luego dejó caer la mano.
«Voy a volver a la oficina», se dijo a sí mismo. «Me voy a despedir.»
Se sentó en los escalones de la entrada para pensar. Al cabo de mucho rato se puso en pie, fue de nuevo a la puerta y llamó al timbre. Cuando se abrió la puerta vio a una mujer joven, y sin darse cuenta de lo que estaba haciendo dio media vuelta y echó a correr hacia la bicicleta. La joven salió al porche y lo llamó:
—Pero ¿qué te pasa, chico?
Homer se bajó de la bicicleta y corrió de vuelta al porche.
—Lo siento —dijo apresuradamente—. Traigo un telegrama para la señora Claudia Beaufrere.
—Claro. Es el cumpleaños de mi madre —dijo la joven. Y entró al pasillo—. Madre —gritó—. Un telegrama para ti.
La madre de la chica salió a la puerta.
—Es de Alan, estoy segura —dijo—. Entra, jovencito. Tienes que comer un trozo de mi pastel de cumpleaños.
—No, gracias, señora —dijo Homer—. Tengo que volver al trabajo. —Le tendió el telegrama a la mujer, que lo cogió como si fuera una simple felicitación de cumpleaños.
—No hasta que hayas comido un trozo de pastel y hayas bebido un vaso de ponche.
Agarró a Homer del brazo y tiró de él hasta una sala donde había una mesa llena de pastel, sándwiches y ponche. La música y el baile continuaron. "

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